martes, 28 de abril de 2009

Te mando esta luna huérfana

Te mando esta luna huérfana.
No hay letra que haya caído lejos del papel
y todo se va resumiendo en una especie de hueco:
la maraña de las pieles, los dejos innecesarios,
la palabrería, los gestos del lápiz, la mano
sin cuerpo.

En esta luna se van adhiriendo mis reinvenciones;
mis artilugios; mis mentiras; las cosas ocultas bajo
los parpados; el dolor mortal de la psicosis; los
intervalos; la maravilla del silencio vuelto perla;
la contraluz de los objetos que hurgan cuerpo adentro;
las tribus que tengo en la cabeza; los nonatos que se
arrastran de vena en vena y circunvalan mi vaguedad.

He dicho tanto. Hemos dicho tanto. Han dicho tanto.
El lenguaje nos contiene como en una capsula,
como si fuésemos de agua o de unisel. De tal suerte
que en este mundo de títeres-titiriteros-solos, la realidad
se va quedando rezagada a un lado del engendro de los labios.

El caso es que te mando esta luna huérfana. No se me ocurre nada más.
Tengo aquí en mis manos un puñado de malditas galaxias y nada tiene sentido.
Es un montón de esencias de fantasía, de insurrectos entes envueltos en el puño.
¡Si!, tengo un botín de planetas. Tengo un bocado de estrellas y nimbos;
un derrame orgásmico; tal vez un circulo o dos; largas llanuras de materia
cruda; visiones; aleteos de oruga; exigentes paladares de roca; un estruendo
que amenaza los ídolos; un quebranto de peces siderales; todas las constelaciones
metidas en el cajón; profecías empapadas de tinta; un grito gutural intraducible.

Te mando esta luna huérfana para que el viento no se lleve tus poemas,
pero no la veas nunca como un pisapapeles cualquiera.

lunes, 27 de abril de 2009

La evocación es una mordida dulce y sin dueño

Hay una mordida ululante, impúdica y larga,
como este espasmo de letargo y de recuerdos.

Es un ave que te quiere arrancar del pasado;
recobrar el símbolo de lo que fuiste;
transgredir la finitud de las pasiones;
deshacer lo deshecho.

¡De nada sirve el mar de ojos
porque la lagrima que los llora se ha secado!

No he podido encontrar el hilo ni el laberinto;
dejar de pensar en el pasado como una flor
que se desteje; abandonar el naufragio;
desaparecer dentro de un vortex liquido y certero,
donde reposa tu cuerpo en plena desnudez,
donde solo está tu sol y tu trébol sin hojas.

Es posible que seamos participes de un destino.
Te invito a esto que mis dientes le hacen a tu imagen,
como un cariño frío y desganado, como tanteándote
en una idea exacerbada y quieta.

Miel a futuro: las alusiones.
La rodaja de coincidencias que se arrastra a un lado:
Un sonido, un guiño de la lluvia, un temblor en los odios,
el derrumbe de los astros, vejaciones, cosmologías inacabadas,
las melodías sin tacto, los atardeceres tremendamente lentos,
las noches irracionales, las botellas con rostros al fondo,
cualquier anticipado descubrir de pistas, un presentimiento
de miradas, una necedad infecunda, el anhelo de algo volar
o de que vuelen.

Aquí aún siguen palpitando las rocas.
Parece que fueran ramos de sangre y
he querido que las tengas, pero no hay formas.
La tarde se tiene que matizar sin manos juntas
y sin cuerpos, caminatas; besos; pensares al viento.

Podemos disponer del espacio y del tiempo
en el momento exacto. No antes. Puedo dejar
de morder y pasar a otra cosa.

martes, 21 de abril de 2009

Leve poema de las cosas

Cuando entras en el ocre atardecer de la ciudad sin nombre.
Cuando tu sombra baja y tú subes, por ser el único peso que tenias.
Cuando se congelan todas las ideas en un crisol incierto y destructivo:
tarde que suspende todo; que despedaza la gravedad de los objetos con sus rayos;
que unge de colores ambarinos la claridad de los ojos y la oscuridad de las palabras.

El mutismo en todo eso: somos silencios huecos;
mínima capa de piel y bello; suspiros apagados con la mano;
aromas volátiles; intentos de nube; etéreos; casi pizca de algo.

He visto como se elevan ciudades enteras bajo la inclemencia de cualquier brisa.
Allá en lo insondable del mundo han ido a parar culturas enteras con todo y suelo.
Gastamos uno y mil tiempos en construir flores. Es frágil lo que inventa el hombre.
Las ciudades, los puertos, las aldeas. Todo esta a la espera de que alguien sople.
Somos paja amontonada; dientes de león; patas de araña sujetas con su propia tela.

lunes, 20 de abril de 2009

**

Cada encuentro es la obertura de un silencio anónimo.
Aquí en mi boca reposan un millar de voces,
como látigos incorruptibles de la mente.

El intento ambiguo de envolver las cosas
se transfigura en la portada de cada momento.
Si fuéramos vapor, seriamos más densos.

Una vida tratando todo.
Que somos sino obreros de una construcción que a diario se desteje
esperando al forastero tiempo en que la muerte arribara desnuda,
como si el juicio se tratara de otro intento más.

Perdiendo las posibilidades:
Soltamos el peso de nuestros pies,
y somos una palabra dicha con premura.
Frágiles, escuetas membranas de polvo y agua,
como si en lugar de caminar,
flotáramos entre el sonido y la luz.

Tocaremos puerto en la realidad si un verso nos atrapa entre su tinta.

jueves, 16 de abril de 2009

Sutil

Tanta noche no entra en la complejidad del sueño.
Afuera siempre hay movimiento.

Un eco pálido:
la forma de los callejones.

A lo lejos un gato parece
la fuente de todo murmullo,
porque tiene tanta vida y
tan calmada, que su ronronear
es deleite para los insomnes.

La noche está perdida
entre los sonidos de la
ensoñación y el respirar
lacerado de los astros,
que mueve ramas y cortinas por igual..

Cada quien con su parvada de sueños y de símbolos.

En los párpados reposa un destello autómata,
como de luna nueva o de caparazón bruñido.

Un algo tienen los rostros,
una extraña satisfacción,
un especial encantamiento
que pone a viajar las almas
por medio de la sinfonía nocturna.

Planeta vuelto cápsula de rumores ilegibles.

Rumor:
secreto éxtasis de la creación cuando todo reposa
y solo ese animal, a oscuras,
memoriza el mundo para no medir sus pasos al día siguiente.

miércoles, 15 de abril de 2009

Deja vu

El agua hilvanando
desesperos. Fragmentos
únicos de lo consumido.
Viajes a la entraña desgarbada
del presagio.

La vida se abre grande
y severa, como una mandíbula
que se jacta de tragar almas.
El vicio del destino es
practicar las fatalidades.

Cuando el concreto da vuelta
bajo el mismo par de pies
y se hunde en una escena
borrascosa, húmeda, atizonada,
para variar (senil) , se van formando
nudos en el ciclo de las cosas.

El viento pierde su palabra:
Es momentáneo el indagar,
porque hasta el cielo esta
calculado por una operación
que emerge del graznido de las aves,
o de la quimérica remembranza,
puesta en la boca como un caramelo
de ceniza.

“Esto ya me pasò” -dicen-.

¿Quienes?

Aquella mezcolanza de la
mente y de la ensoñación
que abastece de engaños,
es para muchos dudosa,
pero el suceso (regocijo
de lo que en verdad es)
se postra ante la casualidad
como la irrefutable prueba
que esto pudo, fácilmente,
ser aquello.

domingo, 5 de abril de 2009

...

Tengo que beberme la jugada. Llega la reincidencia de lo que fue, como lirios de la memoria que se van sucediendo sin que se pueda explicar. El colmo del azahar es lo fácil que coincide.

El paseo

Decidí caminar y salí. Abrí la puerta con más determinación de la que nunca tuviera antes en otra cosa. Di el primer paso fuera del apartamento. Solo escuchaba el débil quejido de la olla con algún extraño caldo, que se desparramaba sobre la estufa, apagando casi la mecha que lo mantenía hirviendo, y los gritos de mi mujer rogando desde la regadera que pusiera en un nivel más bajo el fuego y me sirviera yo mismo la comida. Últimamente ninguno de los dos se daba tiempo para el otro, nos veíamos muy poco y ni hablar de divertirnos un rato por la noche. Su trabajo la tenía absorta y a mí el mío me tenia hastiado. Me hubiera gustado decirle que dejáramos todo eso y que nos fuéramos a recorrer el mundo para vivir como es debido, pero estaba tan entusiasmada con su empleo de fotógrafa para el periódico, que no me atreví. Ya era tarde para pensar en el asunto. Por fortuna, y lo digo por como se fueron dando las cosas, aun no teníamos niños de por medio.
A pesar del amor y todo lo que en mi matrimonio aun continuaba, aunque a duras penas, vigente, no me dolió salir sin decir nada. Al contrario de una duda que me turbaba, me sentí sereno y despabilado. Tanto que al principio me asusté y hasta estuve a punto de regresar sobre mis pasos, bajarle a la mecha, servirme el caldo que seguía desparramándose sobre la estufa, prender el televisor, esperar a que mi mujer se fuera al trabajo y tomarme un trago antes de ir a la fabrica. No fue así. Me tragué la extraña sensación junto con un poco de saliva que se me había acumulado por el ensueño en que estaba envuelto y dejé todo atrás. Dejé que esa vida, últimamente tan vacua, me viera partir por última vez, alejándome con una sonrisa irónica. Ni siquiera cerré la puerta para que todos los muebles de la casa me divisaran riendo a lo lejos y se hicieran a la idea de que ya no habría de estar allí. Para que la cámara de mi mujer que me miraba desde el sillón, me tuviera ante su lente una sola vez más y ya nunca en lo sucesivo.
Era tan libre. Aun no había pensado a donde ir y opte por tomar un trago en un tranquilo bar a unas cuatro cuadras de ahí, mientras se me ocurría algo. Al fin y al cabo no tenia que rendirle cuentas a nadie, ni reportarme a trabajar o preocuparme por la hora. Estaba yo solo y yo era en ese momento lo más importante para mí. Debo admitir que tanta facilidad y sosiego no me eran del todo agradable, pero ya cambiaria la cosa cuando me tocara buscar donde dormir y se me acabara el dinero que llevaba en la cartera. Entonces comenzaría lo bueno. Llevaría mi vida al límite como había soñado por mucho tiempo. Eche a andar y fui calle abajo silbando una melodía que me vino a la mente, habiéndola escuchado cuando joven.
Entré por el par de portezuelas color blanco y tome asiento en una pequeña mesa cerca de la barra. Le pedí un trago al cantinero y lance una mirada rápida al lugar. No había cambiado mucho desde la última vez. Vacié el tequila de un trago y pedí el siguiente. Mientras aguardaba, me llamo la atención un tipo en la barra que se revolvía los cabellos y miraba temeroso de un lado a otro. Sus labios temblaban extrañamente, como si lanzaran frases desarticuladas al espeso aire del bar, y me acomodé a observarlo con la expectativa de que algo interesante pasara.
Durante poco mas de una hora pude notar que vaciábamos nuestras bebidas a un ritmo semejante, solo que el estaba tomando cerveza. También advertí que algo lo tenia bastante afligido. Volteaba mucho a mirar la entrada, como si esperara a alguien o como esperando que ese alguien no llegara.
Un rato después comenzó a entablar fugaces pláticas con los borrachos que tenía más a la mano. De eso, paso a armar todo un barullo gritando los errores de su pasado y pidiéndonos a los presentes que expiáramos sus penas, para poder recibir a la muerte con tranquilidad. Era una locura, seguramente todo acabaría de una forma dramática.
Minutos mas tarde se tranquilizo y tomo asiento de nuevo. Permaneció en total mutismo y tras pedir un trago dejando de lado su tarro de cerveza, se dispuso a pararse y echar mano a la bolsa trasera del pantalón para sacar su billetera. Antes de que perdiera contacto con el banco se escucho el ruido de las puertas de entrada que dieron paso a cuatro tipos con muy mala pinta.
Entraron y fueron directo hacia donde el estaba, acercándose un banco para cada uno. Con un movimiento de cabeza se hicieron servir un trago y las cuatro copas se vaciaron a un tiempo. Uno de los recién llegados emprendió una charla con el escandaloso que apenas se había calmado, conversaron muy poco, pero fue una platica turbia, según pareció. Un silencio intrincado los envolvió y hubo un nuevo movimiento de cabeza, que en esa ocasión indicaba que les llevaran no cuatro, sino cinco tragos. Pague mi cuenta y me fui decepcionado del final del asunto. Yo creía, que iban a golpearlo o hasta matarlo. Todo apuntaba a eso.
En fin -me dije en voz alta. Salí a buscar un lugar donde dormir por que la noche ya caía sobre la ciudad, lenta, pero decidida.
Por la noche estaba hospedado en un viejo hostal de un barrio peligroso al otro extremo de la ciudad. El departamento tenia una recamara con una cama individual, un baño y un pequeño cuarto para cocinar. Había salido a caminar y termine ahí, yo mismo estaba asombrado de que hubiera llegado tan lejos. Ya un par de veces atrás había intentado lo mismo y por la noche volvía a casa con el espíritu vuelto añicos y con el orgullo hasta el piso. Pero aquella vez estaba seguro que era definitivo.
A la mañana siguiente me levante muy de buenas y descansado. Me daba la sensación de haber dormido mucho tiempo y muy cómodo. Así se sentía la plenitud del alma. La tranquilidad que se alcanza solo cuando uno esta cada vez más cerca de las cosas deseadas. Parecía estar en un sueño, hasta probé con eso de darse un pellizco en el brazo y me dolió. Luego pensé en lanzarme por la ventana por que el ardor del pellizco no era suficiente prueba de que aquello era real, pero al ver que era una estupidez lo deje así y busque algo para desayunar.
Improvisé algo que no me quedo muy bien, por cierto. Extrañé las mañanas en que mi esposa me preparaba el almuerzo y siempre sabia lo que yo quería sin que le hubiera dicho nada. Me sacudí de la mente esas ideas y prendí el viejo televisor que había en la recamara. Sintonice el canal de las noticias y le hinque el diente a eso que me había preparado que parecía más bien comida para cerdos por que estaba todo amontonado en el plato.
Comenzaba a aburrirme y me pare de la cama para cambiar de canal, pero una noticia me llamo la atención. Algo que me pareció muy extraño, no por el hecho en sí, sino por la casualidad: Un incendio. Había sido una explosión grande, según lo que comentaban. Antes de que dijeran el número de departamento y el nombre de los dueños como suelen hacer, ya sabía yo que era mi departamento. -La mujer murió calcinada -dijeron- Vecinos dicen que tiene esposo, pero no se ha dado con él. Si esta viendo esto, se le pide que se reporte a que le hagan algunas preguntas.
Escuchaba como una pesadilla, no podía estar pasando. No podía asimilar la facilidad con que la muerte se acerca y arranca algo cercano a nosotros. Algo tan preciado, a pesar de todo. Nunca hubiera deseado eso para ella y sin embargo era mi culpa. Todavía la amaba como un loco. Me sentí muy mal. Además, no se dio cuenta de que la había abandonado. Murió llevándose consigo una buena imagen mía. Yo, una bestia, un animal tan idiota como para no haber apagado una simple mecha antes de partir, cuando pude haberlo hecho. En primera, partir había sido una tontería. Huí de mis problemas en lugar de hablarlos con mi esposa sin medias tintas. Estoy seguro que ella hubiera entendido.
Ya nada tenia sentido, tenia que incorporarme de nuevo a la maquina. Ir a dar mi declaración y regresar a lo cotidiano, ya no tenia chiste vagar por ahí como un errabundo cualquiera que no tiene a nadie mas. Tal vez lo que me excitaba de escapar era que alguien me tenía en su mente mientras yo intentaba alejarme de ella y de todo. Rondando como un vagabundo, lo se, pero como un vagabundo observado todas las noches por una mirada lejana, amorosa y fiel, que lo ultimo que pensaría es que su esposo la había abandonado y siempre tendría en mente la idea de secuestro, asesinato o algo por el estilo.
Fui a declarar, luego le eché un vistazo a lo que quedo del departamento y de los departamentos vecinos que alcanzo el fuego. Entré por esa puerta que había jurado nunca volver a ver y hallé todo destruido por la furia del fuego. Todo despilfarrado en cualquier sitio. Lo único que extrañamente estaba en buenas condiciones, casi intacta, era la cámara de mi esposa. Sin la tapa del lente como solía dejarla ella. Ahí, tirada en el piso y sin dejar de mirarme con su ojo único, levemente cuarteado. Solo aquel extraño cíclope había resistido el desastre. Era como si algo le hubiera protegido al momento en que todo paso.
Salí del departamento sumido en una tristeza terrible y me aleje, cargando con esa pesada mirada en mi espalda que me hacia sentirme más culpable. Esa lente me perdonaba por lo sucedido, a diferencia del resto de los objetos de la casa que si habrían tenido vida, me hubieran hecho añicos. Esa lente en que la pequeña fisura daba la impresión de una lagrima congelada, por siempre, en un ojo.

Dìa a dìa

Se desdobla el sonido
y el sudor flemático de las hojas
trae consigo una mañana
sin estrellas y sin sol.

Las nubes inacabadas se pierden
en la niebla.
Hay ruidos vagos que sugieren vida
y cantos embozados en la garganta
de las aves.

El sereno trepidar de las larvas
da inicio a un efecto mariposa
que hace despertar a todo lo
que aun estaba dormido.

Estiro los brazos intentando sacarme
de encima las cobijas que se
aferran a mi cuerpo como una
membrana protectora, como si fuera
otra larva que le huye al frío.

Permanezco enrollado, entre
dormido y despierto, pensativo,
mirando por la ventana para tantear
el clima. Parece que me lanzaron o
que caí de la rama en que
esperaba el cambio.


De nuevo llegare tarde al escuela,
Pero no importa.

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