martes, 29 de diciembre de 2009

No es por mí...

No es por mí
que se abre la ráfaga.

Si un planeta
clava dedos al viento,
como en cabellera;
como en lila amanecer
de sortijas;
como discordantes ojos
en la niebla.

No es por mí
que hay temblores
bajo tanta piel, y
entre el aroma pausado
de las coincidencias.

Una palabra metálica
pone a vibrar la soledad.
Tengo anónimas ideas
de polvo con silencio.

No es por mí
que siga pasando…

lunes, 21 de diciembre de 2009

Halago a la consciencia.

Yo no sé. Hay tanto destino y tanta vida. Se abren unas alas de agua, rugen la canción que nos heredó el silencio.
Y el tiempo se astilla cuando nos batimos, cuando creemos amar la claridad y la sencillez; cuando no basta el fuego para destruir las cosas que han pasado sobre nosotros; cuando las ideas clavan su delgado cuerpo en la coraza del siempre.
Mil paladares se enroscan en la misma palabra. Hay versos de calor y de frío, pero nunca al revés. Nunca la muerte en la pupila de un gorrión, o de una madre que regala vidas que no posee; sangre inventada, que brota por meros rezos; piel de ausencia y de lucha.
Yo no sé, pero no hace falta. Está ese universo que se teje con lágrimas; con sueños de tierra y luz; con trozos, con simples andrajos de voz; jirones de locura, cuando la tendencia hace más cómodo no entender.
A mí qué me va a importar lo que pasa en lunas diferentes. A mí qué me importa si la rueda avanza hasta aquí, acumulando huesos a cada paso. Qué caso tiene preocuparse por esa huella que se va dibujando lentamente entre las nubes.
Nadie es fugaz, hasta que se da cuenta de ello.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Gravedad

El desprendimiento
algo tiene de muerte;
de risa burlona;
de silencio en hueso.

La roca habló:
permanencia de vidrio;
sangre en el iris
de llorosas personas
entre hierro y magia.
Carente fluido de horas.

Y una raíz busca,
está ese grito de tierra;
de semilla en llamas;
de calurosa ausencia
que destroza el cráneo
y la espera:
vacío.

No saber.
Nada se parece a esto
que las nubes me dicen.

lunes, 14 de diciembre de 2009

De esas veces que sólo pasan una vez: encontrar a la persona correcta.

Yo la amo... no creía posible esto, pero la vida la puso en mi camino y volví a funcionar. Me pasa que no puedo estar un momento sin ella; me pasa que nada pasa cuando está lejos, sólo una necesidad temible, peligrosa. Una ausencia que acerca su esqueleto a cada uno de mis días, haciedo estragos en la razón, gritándome su nombre con voz de sombra, de reflejo en el fondo de un verso: Aniela Rodríguez. Repitiéndose, creciendo, ganando espacio en todo yo, sabiendo que no se irá nunca.

Sí, la amo. La amo y nada más tiene significado para mí. Yo que era un existencial, un insurrecto, un seguidor de nada, un ser queriendo hacer ciertas cosas sólo por no dejar, un extraño -hasta para mí-, un mundo delgado y muy lejano.

Me pongo a pensar en todas las posibilidades que han jugado a ser nuestras. Es tan maravilloso haber coincidido de esta forma; de ser la parte faltante del otro. No parecidos, sino necesarios, imprescindibles. Y se dió y se sigue dando. Espero continuar igual: enamorándome más a cada segundo, perdiéndome en su mirada, en su piel, en los rincones de su mente a los que ni siquiera ella ha ido.No te puedo pagar con nada lo que haces por mí, pero lo intentaré eternamente.

O)

domingo, 9 de agosto de 2009

A Leonora Carrington

Esa veloz inflamación del Dios que se derrama.
Descubro la violencia y el viaje de un tiempo,
caparazón de selva y cascada,
razón-canto de los efluvios que desde el ojo,
de las imágenes que desde la mente,
de lo que en cualquier sitio nace.

El antílope que deja de ser planeta
y no rehúye a la visión de su rostro,
fuera está la figura, de la simple anécdota del mar.
Quizá es luna,
un remanso embozado en vientos:
reflejo de algo que no tiene nombre ni flor.

Desgarro la idea de un sentir traído del ático,
los infiernos que emergen de un baúl de niño:
harapos que no alcanzan adjetivos,
esquivo paralelismo entre los espejos,
oscura dualidad en mención de lo otro.
Siempre apago la bóveda y no duermo.

Escépticas brujas parlotean un alma,
un caldero arde en la falta de luz,
el desquicio del sueño recae
y hay nubes de candor de ave:
laberinto de los colores y las formas.

Esa gloriosa aniquilación de lo externo.
Solo queda volverse juguete de una rueda propia,
dejar el ídolo que se despluma frente al templo:
salir volando por la ventana y nunca brotar del cofre.

sábado, 1 de agosto de 2009

Insomnio

Destruirlo todo.
Quemar el espacio de realidad que nos toca.
Eso es.
Arrancar los harapos de la memoria,
adivinar el mutilado cuerpo de una vida que se cae a pedazos,
subyugante y con anima de forma...

El arquetipo bélico que dimenciona las heridas.
Lo que se hace porque así tiene que ser,
lo que es porque se hace,
aquello que respeta la paciencia de la razón:
conciencia de los caminos sin verso.

Sólo entonces reconocemos el opuesto:
que la ausencia de esto es eso,
que cuando eso,
que lo otro es menos cierto...
o que la verdad se anticipa por mucho a la valoración
y queda ante la vista como un embeleso cualquiera;
una imagen más a la colección de Tabúes,
el dulcificante de las parodias,
un ancla desde el infierno a las alas de una frágil mariposa,
el tigre que siempre está y que nunca ...

Viene a mi pluma una herencia arraigada.
Es sustancia el río de las ideas,
es preludio del transcurso,
se hace volátil la omnicencia,
se liga a la alusión de algo inherme,
una gran necesidad vuelta pliegue de toda una era,
recrudecida por tantas cosas tan distintas:
un indiscutible cuerpo que encontró lugar en la ignorancia de lo latente.

Rio, rio, rio.

La noche se queda tranquila.
Cada vez se repite con más frecuencia el mutilaje del pasado,
pero su paso es aún superior al curso natural.
Hay un indudable adagio de precipitación hacía lo oscuro.
Se queda tranquila y maulla una melodia de piedra...

martes, 30 de junio de 2009

Yo
no

busco
encontrar

algo:


Lo frugal de lo probable no deja imaginar gran cosa,
deviene una tormenta en pequeños trozos del sueño,
el liquido de lo onírico adhiriéndose a los amuletos,
disgregada forma de caer lento sobre cada párpado,
total desvío de lo real que se arrastra entre huellas,
designio de un pardo horizonte vuelto perlas y sal,
cadáveres primigenios de un tiempo sin porvenir,
el ruido va perdiéndose en la entraña del mundo,
frívolas otredades de un resto que casi escucha,
el adagio engrandecido se vuelve la totalidad,
nos remonta un eco ceñido a desgajada piel,
mando esta claridad a los cráteres de nube,
gentilmente esperanzando lo más seguro,
somos idílicamente sin definida forma,
de una luna a otra va nuestra mirada,
aquí no existe la sombra personal,
divagamos sobre algo etéreo,
preguntan sobre el silencio
y huye en veloz espasmo,
pasos de sol en la arena,
cristal de agua y lirios,
débil camino de flores,
E
L

*

T

I

E

M

P

O

*

capciosas E vanidades,
gana sagaz S de inventar,
un río incierto * y sacros peces,
impaciente *** U**** lapso y día,
jardín de *******N******** delicias,
uto ************ A********* picidad,
tiem **************************** po,
**************** S*****************
***************** E******************
****************** M*******************
********************I*********************
********************* L**********************
********************** L***********************
*********************** A************************
****************************************************
************************** D***************************
*************************** E****************************
***********************************************************
***************************** A******************************
******************************* I ********************************
********************************* R**********************************
********************************** E***********************************
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Un poco movido por el formato de word y el del blog, pero más o menos es la forma que debe tener.

domingo, 14 de junio de 2009

El fuego de la nube

Sobria y exigua manifestación de la noche:
en la mirada he guardado una larga cordillera de ideas,
el sueño –un látigo- se presenta embebido en el gélido ambiente
como un trato de las estrellas y la efigie dislocada del tiempo.

Dejé de prever el despegue recrudecido del asfalto,
la víspera continúa pariendo sensaciones y momentos abruptos.

He soltado las riendas de la sorpresa entre el alcohol y la poesía.

El sonido emerge de una concesión que nos da el recuerdo,
vuelve la época en brazos de unas cuantas líneas,
la dulce voz de la madrugada nos sugiere reinventarlo todo,
hay ese humo que somos nosotros
y hay otro humo que se funde en nuestros breves cuerpos.

La vuelta del globo se refleja en tan magno horizonte,
una lluvia de sombras se descuelga desde el suelo,
la fantasía se incorpora a la pieza en avivado tropel
y al fin la nube se prende fuego con la llama del siguiente día.

martes, 2 de junio de 2009

De golpe

Basta con saberse de tierra y agua. Es aullido esta filiación de oscuras mímicas:
deviene un aparente tratamiento para las larvas de papel; engranaje indolente y blando;
perseguidor con ojos pardos; nihilismo que deja de lado lo selectivo; vaho de saciedad.

Y es de golpe como se alcanza la única sutil cúspide: el entendimiento del sueño:
vertiginosidad del lóbrego pozo de los recuerdos; de una mancha que exhala ritos;
turbia, casi contradogmica.
Por eso es de golpe. El temblor sale por la seña y por la palabra no dicha.

Una quilla atada al cráneo plantando nuevas estelas de espuma entre cada noche;
distendiendo los pliegues de lo onírico; surcando la virgen piel de lo anhelado;
despertando el sueño a un contrasentido épico: el despertar, pero ¿de que?

De un golpe: Sobresalto fuera de lo que es visible.

viernes, 29 de mayo de 2009

Sé gusto de lo inhibido como los rayos prisioneros de la palma:
un sarcófago herido de muerte; silencio despellejado por un dedo agudo y cruel;
carrusel delirante de la expectativa; relato penoso casi medio contado:
arrebato suprimido por la implacable planta de la apariencia.

Sé crujir pesaroso de luna y mar, por la vista a la distancia:
conviértete en un reiterar los sueños; un desvarío voluntario;
un despertar a la realidad que se queda a medias observando el crepúsculo;
una formula para cada embrujo; una cifra mecánica de los sentimientos;
un ahogo; una intranquilidad certera y meditabunda; una suerte incompleta y vil.

Sé arrebato de todo eso.
Sé tú: seguro, impertinente, voraz, y lo que reste por ser.

martes, 12 de mayo de 2009

Y de cómo he llegado a este insufrible hueco de las realidades.
A ser un botón en la corteza del tiempo; una necedad infecunda;
un desvarío de la vida; un ataque de histeria de las constelaciones;
un mito sin remedio y sin causas; un insulto tirado al azar.

Mordisqueando mi sombra como un perro;
bogando por las simplezas de la senectud mental;
arrastrando la impaciente afirmación de la compañía;
por lo mismo quiero gastar esa bala: nadie muere en la víspera.

No digamos obstáculos ni trabas ni abismos.
Todo eso viene incluido en la asimilación:
no es posible contemplar sin sentirse poco menos que nada.
La grandeza de lo transparente nos sitúa aún más abajo;
el misterio dictamina las magnitudes maquinales del resto;
desinhibe la sombra de la causalidad; hace arrobo de lo tópico.

Apresurémonos lentamente. Avasallando la delicadeza de lo exacto;
los mares de cocina; los leviatanes de bolsillo; cada imagen en la pared;
el reflejo de las hostilidades; la histeria discrepante de los miles de silencios.

Y de cómo he llegado a este único reinventar: paradoja de la verdadera historia.

viernes, 8 de mayo de 2009

Ciudad

Se perdió una bandada de cuentos:
Los sueños raramente esquivos;
larvas matinales de la saciedad;
antiestructuras; edificios pintados de aire.

Se me fue esa maldita ciudad sepulcro:
Una enseñanza perezosa de las amplitudes;
la exclamación irracional de las brasas;
el desenfado de tanta muerte; la cólera.

Una dilatación de las soledades me lleva a combinar las trazas con el tiempo.
Que me lancen abismos disfrazados de rocas.
Que me aten al atril de los planetas:
subyugado por tumultos de placer;
en arraigo y lobreguez fecunda,
me sesgo por la misma aplicación de las ideas.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Se hacen realidad

Despertó con el vago recuerdo de un rostro, de un charco de café mezclado con otro líquido, y de algo más, algo incierto que no lograba comprender. No atinaba siquiera el orden correcto de aquellos elementos. Nunca había quedado tan prendado a un sueño como esa vez.
Un lunes de abril. Si, era lunes y raramente sentía la pesadez que acompaña al viernes: El sentimiento como una punzada que nos indica que ya vamos a descansar de la rutina, pero que al mismo tiempo nos recuerda que aún resta ese día largo y de lenta espera.
Se calzó las sandalias y comenzó el ritual de la mañana. Se ducho más rápido de lo normal, almorzó algo sencillo y salió apresurado para no perder el transporte.
Quería recordar cualquier otra cosa. Un presentimiento lo abordaba, como si supiera que había más pinceladas escondidas en aquel borroso lienzo de la fantasía, detalles relevantes. Escrutaba los rostros, los carteles que iban quedando atrás del camión, los automóviles, los locales. Su intención era evocar el sueño con algún objeto coincidente. No logro nada con ese obligar las cosas e intentó calmarse un poco.
Una cuadra antes de su oficina hizo la señal para que detuvieran el camión. Mientras se levantaba de su asiento, el ruido agudo e inclemente de los frenos, casi lo hizo perder la conciencia. Su mente se vio asediada por una especie de cortometraje de imágenes extrañas. Una sucesión esporádica con aquel maldito ruido de fondo, agotador y vejatorio. Salto a su mente una larga cabellera color negro salida de lo más hondo de su inconsciente, cual si fuera un fragmento del sueño que intentaba armar desde la mañana. Luego, como si se hubiera drenado la sacudida, se sintió bien y casi corrió hasta hallarse a salvo en la acera.
Además de las imágenes, lo había atacado una conmoción fría concentrada en el pecho, que se había expandido en un pequeño radio para después perderse entre el calor del resto del cuerpo. Se palpaba el lugar del espasmo y miraba para todos lados en actitud de total paranoia. Parecía que el sueño comenzaba a perseguirlo; a tratar de arrancarlo de este lado, como tomando partida en el juego del temeroso soñador.
Por fin estuvo en su oficina, una pequeña, pero modesta pieza en medio de la de la encargada de administración y la de un contador recién ascendido, y echó mano a un papeleo que debía comenzar. La semana apenas le alcanzaría y no deseaba tener que trabajar el sábado o el domingo. Recordó que le era más cómodo trabajar con una taza de café y unas galletas.
Como de costumbre, ninguno de los dos antojos se hallaban en la empresa. El jefe era un tacaño. Les pregunto a sus vecinos de oficina que si deseaban algo, aprovechando que iba a la cafetería a un par de cuadras de ahí. El contador le encargo un café Moka y ella, un chocolate caliente y una rebanada de pay.
Se acercó al estante de postres y analizo la variedad. Buscó a un encargado para indicarle su selección y descubrió a una chica hermosa que estaba detrás del mostrador y no le quitaba la mirada de encima.
Lo repentino del encuentro lo dejo estupefacto, porque nunca la había visto en la cafetería o el hecho de la materialización consecuente de sus sueños; de los pequeños trozos de la visión nocturna que a cada momento tomaba más forma.
En está ocasión no se mareo o algo por el estilo, sin duda la adrenalina lo estaba ayudando a controlar las sorpresas fortuitas que le estaban ocurriendo. Experimentaba un vértigo en relación al desenlace de tantas pistas flotando. Tenia esa fuerte idea por como se iban dando las cosas.
Hay muchas mujeres de cabello negro en el mundo, pero el color de cabello de la encargada era idéntico al de la mujer del sueño. El mismo tono. Una suerte de esencia compartida. De manera que las casualidades ya no lo parecían tanto y comenzó a divagar en conjeturas mientras se perdía en la intensa cabellera de la empleada. Cabía cierta posibilidad de que el sueño y sus elementos le indicaran este encuentro. Eso pensaba él y hasta se sintió torpe, casi avergonzado de la idea tan melosa que construía, sin dejar de mirarla y sin ocurrírsele nada que hacer.
Se despabilo y termino su compra, lanzando de cuando en cuando, breves, pero incitantes miradas, a la chica. Hubiera querido decirle algo, pero decidió esperar, regresar a la oficina y volver más tarde luego de hacer algunos de los pendientes. La joven le entrego sus cosas y tuvo algunas dificultades con la maquina registradora. Luego le dio su cambio y lo siguió con la mirada mientras lamía el cuchillo con que había cortado la rebanada de pay y apretaba fuertemente el mango. Por cierto, era un utensilio poco usual para eso, dado el descomunal tamaño de la hoja. Parecía más para cortar cebolla.
- Hasta luego Señor Aragón – grito la joven. Él sonrió muy satisfecho de que también esta chica estuviera bajo el engaño de ser él el jefe de la empresa y ni siquiera volteo para contestarle. Tal vez ella no le hubiera coqueteado de saber su identidad real: Antonio Cano, asistente de contador, pensaba. Estaba muy a gusto con su ingenio y hasta desearía realmente ser ese idiota del jefe Aragón con tal de que le tuvieran tanto respeto.
Caminó muy despacio hasta llegar al cruce que daba a la empresa. Estaba algo incomodo. Desde que había salido de la cafetería tenia la sensación de una fuerte mirada posada sobre el. Durante la espera de la luz verde en el semáforo no pudo evitar una acción involuntaria de su cuerpo que lo obligo a girarse y buscar al supuesto perseguidor.
Descubrió tras de él a quien menos hubiera esperado. La joven se le aproximo con el cuchillo en la mano y sonreía dulcemente mientras lo elevaba con lentitud a la altura de la barbilla. El hombre alcanzo a ver su reflejo en el arma. Ese era el rostro del sueño. Se había resuelto el crucigrama mental que lo atormentaba desde que había despertado. Se paralizó y solo el estruendo de un camión que paso a gran velocidad a su espalda lo hizo reaccionar un poco.
Pudo ver toda la jugada y un poco más: Su sueño había empezado con gente discutiendo. Luego una bolsa de papel con bastante dinero, en las manos de una joven. Y la cabellera. También estaban los empleados de la cafetería que acordaron con ella que la dejarían trabajar tranquila y nadie se presentaría. Recordó claramente el café entremezclado con un líquido rojo y espeso, que explicaba el misterio del charco. Sintió de nuevo la sensación del pecho, pero sabía que luego su frío reflejo atrapado en el cuchillo sellaría la escena. Preparativos y planes de escape. Estaba todo. Comprendía lo que iba a pasar, por fin iba a sacarse de encima el peso de la incertidumbre.
Permaneció de pie. Cayó en cuenta de la clave principal: En el sueño hacían alusión a la victima como Joel Aragón, el nombre de su jefe. Era de esperarse. A un simple empleado como el nadie se molestaría en hacerle daño, pero tenia sentido que a un millonario tan hijo de puta como su jefe por fin lo quisieran matar.
Si, se quedo de pie porque sabía que era su culpa. Ante la gente de la cafetería siempre se autonombro así. Ahora por esa idiotez…
La joven permaneció un momento frente a él. Paso una y otra vez el cuchillo entre la carne del pecho, blanda como una rebanada de pastel. Se alejo primero muy lento. Al doblar en la esquina más próxima corrió sin parar hasta apartarse de una sola vez de aquel lugar.
El falso Aragón cayó hacia atrás y como tenia predicho, café y sangre se juntaron en un repugnante charco. Siempre había pensado que los sueños no se hacían realidad.

domingo, 3 de mayo de 2009

Presentando el jirón de pulpos

Protesta abdicada de la lógica: diluido intento, si las soledades,
llanto de la piel, si las brasas del viento.
Se tiene de antemano la insolencia del derrumbe; la cristalización de las barajas;
el ideal fatídico y engañoso de un raro polen: Santo Grial de las pasiones,
un nuevo descomienzo, un retroceso anexo a las impertinencias del oficio.

Y solo un trozo de la luna sosteniendo tantas canciones y tan pocas miradas.
No recrimina el sonido: la falacia de las cuerdas; los dedos que juegan
con el humo y las notas; la humedad que no tiene clave; el sabor de esa luna
lechosa y vil, desmoronada, dispersa en paquetes de plástico; el ratón.
¡No recrimina el son ido!

Se aleja la llamarada de tonos. Es tarde cuando de nuevo hay sombra.
Nulo lucero o luz cero. Oscuridad de voz de cuervo: un dejo de mar pausado;
postre de silencio; dosis exacta de alfombras: albor en los pechos de ave;
cielo inventado por las alas; reflejo de un incendio de pupilas y de arcos.

Es crudo el recordar cuando se encuentran las inmensidades y las escafandras.
Siete tonos desgarrando el remanso de la ilusión; de la estela sin letras;
de la salvedad subyugada en los dioses de piedra; de los dedos que acarician un acorde.

No se llega al final de la catarsis: nacen cambios nuevos; augurios reincidentes;
inflamación de las deidades; suerte de principiante; meollo en uno; alineaciones;
soles de cabeza; hogueras con sabor a sal y a sangre.

martes, 28 de abril de 2009

Te mando esta luna huérfana

Te mando esta luna huérfana.
No hay letra que haya caído lejos del papel
y todo se va resumiendo en una especie de hueco:
la maraña de las pieles, los dejos innecesarios,
la palabrería, los gestos del lápiz, la mano
sin cuerpo.

En esta luna se van adhiriendo mis reinvenciones;
mis artilugios; mis mentiras; las cosas ocultas bajo
los parpados; el dolor mortal de la psicosis; los
intervalos; la maravilla del silencio vuelto perla;
la contraluz de los objetos que hurgan cuerpo adentro;
las tribus que tengo en la cabeza; los nonatos que se
arrastran de vena en vena y circunvalan mi vaguedad.

He dicho tanto. Hemos dicho tanto. Han dicho tanto.
El lenguaje nos contiene como en una capsula,
como si fuésemos de agua o de unisel. De tal suerte
que en este mundo de títeres-titiriteros-solos, la realidad
se va quedando rezagada a un lado del engendro de los labios.

El caso es que te mando esta luna huérfana. No se me ocurre nada más.
Tengo aquí en mis manos un puñado de malditas galaxias y nada tiene sentido.
Es un montón de esencias de fantasía, de insurrectos entes envueltos en el puño.
¡Si!, tengo un botín de planetas. Tengo un bocado de estrellas y nimbos;
un derrame orgásmico; tal vez un circulo o dos; largas llanuras de materia
cruda; visiones; aleteos de oruga; exigentes paladares de roca; un estruendo
que amenaza los ídolos; un quebranto de peces siderales; todas las constelaciones
metidas en el cajón; profecías empapadas de tinta; un grito gutural intraducible.

Te mando esta luna huérfana para que el viento no se lleve tus poemas,
pero no la veas nunca como un pisapapeles cualquiera.

lunes, 27 de abril de 2009

La evocación es una mordida dulce y sin dueño

Hay una mordida ululante, impúdica y larga,
como este espasmo de letargo y de recuerdos.

Es un ave que te quiere arrancar del pasado;
recobrar el símbolo de lo que fuiste;
transgredir la finitud de las pasiones;
deshacer lo deshecho.

¡De nada sirve el mar de ojos
porque la lagrima que los llora se ha secado!

No he podido encontrar el hilo ni el laberinto;
dejar de pensar en el pasado como una flor
que se desteje; abandonar el naufragio;
desaparecer dentro de un vortex liquido y certero,
donde reposa tu cuerpo en plena desnudez,
donde solo está tu sol y tu trébol sin hojas.

Es posible que seamos participes de un destino.
Te invito a esto que mis dientes le hacen a tu imagen,
como un cariño frío y desganado, como tanteándote
en una idea exacerbada y quieta.

Miel a futuro: las alusiones.
La rodaja de coincidencias que se arrastra a un lado:
Un sonido, un guiño de la lluvia, un temblor en los odios,
el derrumbe de los astros, vejaciones, cosmologías inacabadas,
las melodías sin tacto, los atardeceres tremendamente lentos,
las noches irracionales, las botellas con rostros al fondo,
cualquier anticipado descubrir de pistas, un presentimiento
de miradas, una necedad infecunda, el anhelo de algo volar
o de que vuelen.

Aquí aún siguen palpitando las rocas.
Parece que fueran ramos de sangre y
he querido que las tengas, pero no hay formas.
La tarde se tiene que matizar sin manos juntas
y sin cuerpos, caminatas; besos; pensares al viento.

Podemos disponer del espacio y del tiempo
en el momento exacto. No antes. Puedo dejar
de morder y pasar a otra cosa.

martes, 21 de abril de 2009

Leve poema de las cosas

Cuando entras en el ocre atardecer de la ciudad sin nombre.
Cuando tu sombra baja y tú subes, por ser el único peso que tenias.
Cuando se congelan todas las ideas en un crisol incierto y destructivo:
tarde que suspende todo; que despedaza la gravedad de los objetos con sus rayos;
que unge de colores ambarinos la claridad de los ojos y la oscuridad de las palabras.

El mutismo en todo eso: somos silencios huecos;
mínima capa de piel y bello; suspiros apagados con la mano;
aromas volátiles; intentos de nube; etéreos; casi pizca de algo.

He visto como se elevan ciudades enteras bajo la inclemencia de cualquier brisa.
Allá en lo insondable del mundo han ido a parar culturas enteras con todo y suelo.
Gastamos uno y mil tiempos en construir flores. Es frágil lo que inventa el hombre.
Las ciudades, los puertos, las aldeas. Todo esta a la espera de que alguien sople.
Somos paja amontonada; dientes de león; patas de araña sujetas con su propia tela.

lunes, 20 de abril de 2009

**

Cada encuentro es la obertura de un silencio anónimo.
Aquí en mi boca reposan un millar de voces,
como látigos incorruptibles de la mente.

El intento ambiguo de envolver las cosas
se transfigura en la portada de cada momento.
Si fuéramos vapor, seriamos más densos.

Una vida tratando todo.
Que somos sino obreros de una construcción que a diario se desteje
esperando al forastero tiempo en que la muerte arribara desnuda,
como si el juicio se tratara de otro intento más.

Perdiendo las posibilidades:
Soltamos el peso de nuestros pies,
y somos una palabra dicha con premura.
Frágiles, escuetas membranas de polvo y agua,
como si en lugar de caminar,
flotáramos entre el sonido y la luz.

Tocaremos puerto en la realidad si un verso nos atrapa entre su tinta.

jueves, 16 de abril de 2009

Sutil

Tanta noche no entra en la complejidad del sueño.
Afuera siempre hay movimiento.

Un eco pálido:
la forma de los callejones.

A lo lejos un gato parece
la fuente de todo murmullo,
porque tiene tanta vida y
tan calmada, que su ronronear
es deleite para los insomnes.

La noche está perdida
entre los sonidos de la
ensoñación y el respirar
lacerado de los astros,
que mueve ramas y cortinas por igual..

Cada quien con su parvada de sueños y de símbolos.

En los párpados reposa un destello autómata,
como de luna nueva o de caparazón bruñido.

Un algo tienen los rostros,
una extraña satisfacción,
un especial encantamiento
que pone a viajar las almas
por medio de la sinfonía nocturna.

Planeta vuelto cápsula de rumores ilegibles.

Rumor:
secreto éxtasis de la creación cuando todo reposa
y solo ese animal, a oscuras,
memoriza el mundo para no medir sus pasos al día siguiente.

miércoles, 15 de abril de 2009

Deja vu

El agua hilvanando
desesperos. Fragmentos
únicos de lo consumido.
Viajes a la entraña desgarbada
del presagio.

La vida se abre grande
y severa, como una mandíbula
que se jacta de tragar almas.
El vicio del destino es
practicar las fatalidades.

Cuando el concreto da vuelta
bajo el mismo par de pies
y se hunde en una escena
borrascosa, húmeda, atizonada,
para variar (senil) , se van formando
nudos en el ciclo de las cosas.

El viento pierde su palabra:
Es momentáneo el indagar,
porque hasta el cielo esta
calculado por una operación
que emerge del graznido de las aves,
o de la quimérica remembranza,
puesta en la boca como un caramelo
de ceniza.

“Esto ya me pasò” -dicen-.

¿Quienes?

Aquella mezcolanza de la
mente y de la ensoñación
que abastece de engaños,
es para muchos dudosa,
pero el suceso (regocijo
de lo que en verdad es)
se postra ante la casualidad
como la irrefutable prueba
que esto pudo, fácilmente,
ser aquello.

domingo, 5 de abril de 2009

...

Tengo que beberme la jugada. Llega la reincidencia de lo que fue, como lirios de la memoria que se van sucediendo sin que se pueda explicar. El colmo del azahar es lo fácil que coincide.

El paseo

Decidí caminar y salí. Abrí la puerta con más determinación de la que nunca tuviera antes en otra cosa. Di el primer paso fuera del apartamento. Solo escuchaba el débil quejido de la olla con algún extraño caldo, que se desparramaba sobre la estufa, apagando casi la mecha que lo mantenía hirviendo, y los gritos de mi mujer rogando desde la regadera que pusiera en un nivel más bajo el fuego y me sirviera yo mismo la comida. Últimamente ninguno de los dos se daba tiempo para el otro, nos veíamos muy poco y ni hablar de divertirnos un rato por la noche. Su trabajo la tenía absorta y a mí el mío me tenia hastiado. Me hubiera gustado decirle que dejáramos todo eso y que nos fuéramos a recorrer el mundo para vivir como es debido, pero estaba tan entusiasmada con su empleo de fotógrafa para el periódico, que no me atreví. Ya era tarde para pensar en el asunto. Por fortuna, y lo digo por como se fueron dando las cosas, aun no teníamos niños de por medio.
A pesar del amor y todo lo que en mi matrimonio aun continuaba, aunque a duras penas, vigente, no me dolió salir sin decir nada. Al contrario de una duda que me turbaba, me sentí sereno y despabilado. Tanto que al principio me asusté y hasta estuve a punto de regresar sobre mis pasos, bajarle a la mecha, servirme el caldo que seguía desparramándose sobre la estufa, prender el televisor, esperar a que mi mujer se fuera al trabajo y tomarme un trago antes de ir a la fabrica. No fue así. Me tragué la extraña sensación junto con un poco de saliva que se me había acumulado por el ensueño en que estaba envuelto y dejé todo atrás. Dejé que esa vida, últimamente tan vacua, me viera partir por última vez, alejándome con una sonrisa irónica. Ni siquiera cerré la puerta para que todos los muebles de la casa me divisaran riendo a lo lejos y se hicieran a la idea de que ya no habría de estar allí. Para que la cámara de mi mujer que me miraba desde el sillón, me tuviera ante su lente una sola vez más y ya nunca en lo sucesivo.
Era tan libre. Aun no había pensado a donde ir y opte por tomar un trago en un tranquilo bar a unas cuatro cuadras de ahí, mientras se me ocurría algo. Al fin y al cabo no tenia que rendirle cuentas a nadie, ni reportarme a trabajar o preocuparme por la hora. Estaba yo solo y yo era en ese momento lo más importante para mí. Debo admitir que tanta facilidad y sosiego no me eran del todo agradable, pero ya cambiaria la cosa cuando me tocara buscar donde dormir y se me acabara el dinero que llevaba en la cartera. Entonces comenzaría lo bueno. Llevaría mi vida al límite como había soñado por mucho tiempo. Eche a andar y fui calle abajo silbando una melodía que me vino a la mente, habiéndola escuchado cuando joven.
Entré por el par de portezuelas color blanco y tome asiento en una pequeña mesa cerca de la barra. Le pedí un trago al cantinero y lance una mirada rápida al lugar. No había cambiado mucho desde la última vez. Vacié el tequila de un trago y pedí el siguiente. Mientras aguardaba, me llamo la atención un tipo en la barra que se revolvía los cabellos y miraba temeroso de un lado a otro. Sus labios temblaban extrañamente, como si lanzaran frases desarticuladas al espeso aire del bar, y me acomodé a observarlo con la expectativa de que algo interesante pasara.
Durante poco mas de una hora pude notar que vaciábamos nuestras bebidas a un ritmo semejante, solo que el estaba tomando cerveza. También advertí que algo lo tenia bastante afligido. Volteaba mucho a mirar la entrada, como si esperara a alguien o como esperando que ese alguien no llegara.
Un rato después comenzó a entablar fugaces pláticas con los borrachos que tenía más a la mano. De eso, paso a armar todo un barullo gritando los errores de su pasado y pidiéndonos a los presentes que expiáramos sus penas, para poder recibir a la muerte con tranquilidad. Era una locura, seguramente todo acabaría de una forma dramática.
Minutos mas tarde se tranquilizo y tomo asiento de nuevo. Permaneció en total mutismo y tras pedir un trago dejando de lado su tarro de cerveza, se dispuso a pararse y echar mano a la bolsa trasera del pantalón para sacar su billetera. Antes de que perdiera contacto con el banco se escucho el ruido de las puertas de entrada que dieron paso a cuatro tipos con muy mala pinta.
Entraron y fueron directo hacia donde el estaba, acercándose un banco para cada uno. Con un movimiento de cabeza se hicieron servir un trago y las cuatro copas se vaciaron a un tiempo. Uno de los recién llegados emprendió una charla con el escandaloso que apenas se había calmado, conversaron muy poco, pero fue una platica turbia, según pareció. Un silencio intrincado los envolvió y hubo un nuevo movimiento de cabeza, que en esa ocasión indicaba que les llevaran no cuatro, sino cinco tragos. Pague mi cuenta y me fui decepcionado del final del asunto. Yo creía, que iban a golpearlo o hasta matarlo. Todo apuntaba a eso.
En fin -me dije en voz alta. Salí a buscar un lugar donde dormir por que la noche ya caía sobre la ciudad, lenta, pero decidida.
Por la noche estaba hospedado en un viejo hostal de un barrio peligroso al otro extremo de la ciudad. El departamento tenia una recamara con una cama individual, un baño y un pequeño cuarto para cocinar. Había salido a caminar y termine ahí, yo mismo estaba asombrado de que hubiera llegado tan lejos. Ya un par de veces atrás había intentado lo mismo y por la noche volvía a casa con el espíritu vuelto añicos y con el orgullo hasta el piso. Pero aquella vez estaba seguro que era definitivo.
A la mañana siguiente me levante muy de buenas y descansado. Me daba la sensación de haber dormido mucho tiempo y muy cómodo. Así se sentía la plenitud del alma. La tranquilidad que se alcanza solo cuando uno esta cada vez más cerca de las cosas deseadas. Parecía estar en un sueño, hasta probé con eso de darse un pellizco en el brazo y me dolió. Luego pensé en lanzarme por la ventana por que el ardor del pellizco no era suficiente prueba de que aquello era real, pero al ver que era una estupidez lo deje así y busque algo para desayunar.
Improvisé algo que no me quedo muy bien, por cierto. Extrañé las mañanas en que mi esposa me preparaba el almuerzo y siempre sabia lo que yo quería sin que le hubiera dicho nada. Me sacudí de la mente esas ideas y prendí el viejo televisor que había en la recamara. Sintonice el canal de las noticias y le hinque el diente a eso que me había preparado que parecía más bien comida para cerdos por que estaba todo amontonado en el plato.
Comenzaba a aburrirme y me pare de la cama para cambiar de canal, pero una noticia me llamo la atención. Algo que me pareció muy extraño, no por el hecho en sí, sino por la casualidad: Un incendio. Había sido una explosión grande, según lo que comentaban. Antes de que dijeran el número de departamento y el nombre de los dueños como suelen hacer, ya sabía yo que era mi departamento. -La mujer murió calcinada -dijeron- Vecinos dicen que tiene esposo, pero no se ha dado con él. Si esta viendo esto, se le pide que se reporte a que le hagan algunas preguntas.
Escuchaba como una pesadilla, no podía estar pasando. No podía asimilar la facilidad con que la muerte se acerca y arranca algo cercano a nosotros. Algo tan preciado, a pesar de todo. Nunca hubiera deseado eso para ella y sin embargo era mi culpa. Todavía la amaba como un loco. Me sentí muy mal. Además, no se dio cuenta de que la había abandonado. Murió llevándose consigo una buena imagen mía. Yo, una bestia, un animal tan idiota como para no haber apagado una simple mecha antes de partir, cuando pude haberlo hecho. En primera, partir había sido una tontería. Huí de mis problemas en lugar de hablarlos con mi esposa sin medias tintas. Estoy seguro que ella hubiera entendido.
Ya nada tenia sentido, tenia que incorporarme de nuevo a la maquina. Ir a dar mi declaración y regresar a lo cotidiano, ya no tenia chiste vagar por ahí como un errabundo cualquiera que no tiene a nadie mas. Tal vez lo que me excitaba de escapar era que alguien me tenía en su mente mientras yo intentaba alejarme de ella y de todo. Rondando como un vagabundo, lo se, pero como un vagabundo observado todas las noches por una mirada lejana, amorosa y fiel, que lo ultimo que pensaría es que su esposo la había abandonado y siempre tendría en mente la idea de secuestro, asesinato o algo por el estilo.
Fui a declarar, luego le eché un vistazo a lo que quedo del departamento y de los departamentos vecinos que alcanzo el fuego. Entré por esa puerta que había jurado nunca volver a ver y hallé todo destruido por la furia del fuego. Todo despilfarrado en cualquier sitio. Lo único que extrañamente estaba en buenas condiciones, casi intacta, era la cámara de mi esposa. Sin la tapa del lente como solía dejarla ella. Ahí, tirada en el piso y sin dejar de mirarme con su ojo único, levemente cuarteado. Solo aquel extraño cíclope había resistido el desastre. Era como si algo le hubiera protegido al momento en que todo paso.
Salí del departamento sumido en una tristeza terrible y me aleje, cargando con esa pesada mirada en mi espalda que me hacia sentirme más culpable. Esa lente me perdonaba por lo sucedido, a diferencia del resto de los objetos de la casa que si habrían tenido vida, me hubieran hecho añicos. Esa lente en que la pequeña fisura daba la impresión de una lagrima congelada, por siempre, en un ojo.

Dìa a dìa

Se desdobla el sonido
y el sudor flemático de las hojas
trae consigo una mañana
sin estrellas y sin sol.

Las nubes inacabadas se pierden
en la niebla.
Hay ruidos vagos que sugieren vida
y cantos embozados en la garganta
de las aves.

El sereno trepidar de las larvas
da inicio a un efecto mariposa
que hace despertar a todo lo
que aun estaba dormido.

Estiro los brazos intentando sacarme
de encima las cobijas que se
aferran a mi cuerpo como una
membrana protectora, como si fuera
otra larva que le huye al frío.

Permanezco enrollado, entre
dormido y despierto, pensativo,
mirando por la ventana para tantear
el clima. Parece que me lanzaron o
que caí de la rama en que
esperaba el cambio.


De nuevo llegare tarde al escuela,
Pero no importa.

lunes, 30 de marzo de 2009

Poiesis

Si el mundo se quedara
sin poetas, la gente se
quedaría sin mundo...

El poeta es un animal
que nunca duerme. Sueña,
más no logra evadir la lucidez.

Siempre alerta; creando;
recreando; retocando el mundo;
con un puñado de símbolos
en una mano y una pluma
con espinas en la otra.

Y todos tan tranquilos,
tan estupidamente tranquilos,
ociosos, trazos de la nada, intentos
de carne, gasto, espacios, tiempos,
todo vacuo. Todo-nada. Nada.

Nada de que me tenga que
preocupar, arriba siempre está lo
mismo, abajo igual. Aquí, ni se diga.
la tranquilidad de lo estancado,
de recurrir a mis adentros, de exprimir
las rocas y hasta el viento.

Pero algo tiene que salir,
no hay duda…

lunes, 16 de marzo de 2009

Aquí está


-Aquí esta, te espera en el cuarto de arriba a mano izquierda de las escaleras- cerró la puerta por fuera para ya no volver, y tiró la llave.
Subió sin tocar siquiera la baranda. Sus pasos cuidadosos lanzaban menos sonido que su respiración. Parecía flotar, y tal vez así era. Una vez en la planta alta, fue a mano izquierda, como le acababan de indicar, y empujó la puerta con el puño cerrado, liberando de las bisagras su llanto aterrador de soledad y encierro.
- Qué bueno tenerte de vuelta, desde aquella vez no sabía nada de ti.
- ¿Y por qué nunca se fue?, todo está en ruinas.
- Pero yo no.
- Pronto lo estará.
- En todo caso ¿a dónde querías que fuera?
- Pues a donde van todos, ¿qué problema había en ello?
- A mí no me gusta ahí.
- Pero nunca ha estado ahí.
- Por eso no me gusta
La recamara parecía un almacén de muebles y de tiliches más que un dormitorio de alguien de su edad. Una espesa nube de polvo flotaba suspendida en el sopor de los olores del viejo, de las ratas y no se cuanta cosa más hubiera en ese sitio.
- No debiste haber venido muchacho, tú ya no perteneces a estas tierras. El viento me aviso que algo andaba mal. Hoy la noche se va a poner tosca.
- No se preocupe, no me quedare tanto tiempo como para que eso pase.
- ¿Entonces así están las cosas?
- Todavía no me entiende; vine a despedirme.
- Claro que te entiendo, desde que cruzaste la puerta supe a que venias. Lo sabía, incluso mucho antes que eso pasara.
- ¿Cómo sabe sobre eso y a qué he venido?
- De igual forma que lo sabes tú; de igual forma.
- En ese caso, ¿para qué alega tanto?
- Por que no me parece la idea de que hayas muerto antes que yo. Hace muchos años te dije que esperaras a que yo me fuera, entonces eras libre de hacer lo que te viniera en gana.
- Se me salió de las manos, abuelo.
- Te dije que no podría soportarlo. Por eso estoy así, mijo.
- Perdón abuelo.
- ¿Y ahora qué hago?
- Vámonos de aquí.
- ¿A dónde?
- A caminar abuelo. A caminar y no detenernos nunca. Como usted me dijo cuando niño ¿se acuerda?; ir derecho sin aligerar el paso.
- Esta bien mijo, nada más revisa que no se vaya a quedar prendida las estufa, por que tu tía había puesto agua para el café.
- Si, abuelo, yo reviso. Póngase las botas y una chamarra, porque no sabemos cómo vaya a estar el clima en el llano.
Por: G. C. R.

lunes, 2 de marzo de 2009

Mis pasos son un murmullo. Si alguna vez escuchaste que alguien corrìa detras de ti, era yo que de lejos te gritaba

viernes, 27 de febrero de 2009

En el aparador

En el aparador
Los rayos del sol entraban desmenuzados por las persianas, obligándome a levantarme. El día llegaba acompañado por una ligera ventisca, que a la sombra ponía la piel de gallina. Corrí las persianas y abrí la ventana para ver cómo despertaba el mundo; cómo crujían mis huesos metódicos al estirarse, y dejaba de jadear el viento, invitándome a trotar un rato.
Las nubes ondulaban sobre la ciudad con una calma inusual, y proyectaban su figura ociosa que se arrastraba de un lado a otro, por calles y aceras ¿O el ambiente estaba macilento o de nuevo hacia acto de presencia mi sentimentalismo y mi carencia de ese algo indescifrable que estaba en el aire?
Le di la cuarta vuelta al parque y me senté en la banca de siempre para beber agua. “Hasta el cielo se esta poniendo viejo”, pensé. Lo difícil no era seguirle los pasos al tiempo. El cuerpo era el del problema. Los achaques vienen al cuerpo por razón del cuerpo mismo. Estaba seguro que las malditas caminatas y los cuidados, sólo me quitaban de hacer cualquier actividad que realmente me agradara, pues mis molestias eran de otra índole, aunque el cardiólogo opinara lo contrario. ¿Qué sabia él, si el de los infartos era yo? ¿Quién conocía mejor mi corazón que yo mismo?
Tenia una idea muy vaga de lo que pudiera ser, había pensado en ello tardes enteras, con una taza de café en la mano y el libro en la mesa sin cambiar de pagina. Al final se enfriaba el líquido, el libro permanecía sin leerse, y la duda igual. Estaba seguro que no era la inminencia de la muerte, por que eso me prometía un descanso placentero o al menos otro sitio más agradable. Sentía que ahí no acabaría el asunto, y en eso radicaba todo el problema. Mis cavilaciones y una especie de presentimiento me hacían pensar en que, tal vez, todo fuera mentira. Tenía una fijación insana por esas ideas que nunca me dejaban tranquilo. Pensaba que no existía, que era el sueño de alguna mente atormentada por la idea de las realidades paralelas. Era como si mi tiempo apenas fuera a comenzar, luego de por fin abandonar ese plano que yo sentía como ajeno. Creía ser un despojo de idea, un pensamiento inacabado, un poema defectuoso, un personaje de algún filme que arrojaron cerca de la realidad y se creyó la vida que le dieron como limosna. Creía ser un ente flotando en el universo, a la espera de un cuerpo o un objeto en donde poder acomodarme. Todo tiene su por qué.
Comenzaba a perderle el interés a muchas cosas y a ganar un apego invisible por las simplezas más cotidianas. Posiblemente fuera sólo mi alma, que se aferraba a un capitulo de vida incompleto, o a un asunto suyo que nada tuviera que ver conmigo. Parecía que se aferraba a la vida con las uñas, mientras que yo, por el contrario, deseaba ver del otro lado del río. Cerciorarme de que las dudas de mi existencia y todo lo cercano a mí, eran razonables.
La soledad altera la personalidad y pone, ante los ojos de quien la vive, una realidad incierta e inexplicable. Estaba solo, caminaba a ciegas por un mundo sin muros y sin barandas. Tanteaba el corazón de la nada, para calentarme la yema de los dedos.
Regresé a casa para almorzar algo. Llevaba un paso ligero y concienzudo, me sabía el camino de memoria, y, con la libertad de no tener que prestar atención, me permití distraerme en cualquier cosa que pasaba por delante de mi vista. En aquellos días tan culminantes de mi vida, me era excitante caminar por aquel sitio. Había en ese lugar algo más que el vago peso de mis huellas acumuladas sobre otras huellas. Ese trozo de mundo que albergó mi caminar minucioso por tantos años, me pareció, entonces, una invención mía, como si en mis desvaríos hubiese creado esa caja de recuerdos de tres kilómetros, para tener algo tangible de donde asir mi mano temblorosa, cuando llegara la muerte. Cuando mi sombra se despegara de la tierra, para llevarme del brazo a donde se registra uno para luego empezar a penar y pedir a los vivos un poco de consideración con los asuntos que deja uno pendientes.
Una vez de vuelta en casa y ya después del desayuno, encontré tendido en la cama de mi cuarto, el cuadro que unos días antes había pedido a mi hijo y que prometió llevarme en la semana.
-La pintura que sea, mijo. La que te recuerde a tu viejo, por que voy a ponerle mi cara.
En ella figuraba un fondo rojo que daba la impresión de ser algún tapiz antiguo. Era un rojo constituido por muchos rojos en distintas tonalidades, que, a simple vista, pasaban imperceptibles. Ese detalle me agradó bastante.
Del cuadro emergía una ausencia de ésas que parecen una palabra sostenida entre el aire y la punta de la lengua, como algo suspendido entre lo deseado y lo llevado a cabo. Obligaba a pensar que, sin duda, alguien tenía que estar en el cuadro. A ese fondo tan excepcional le hacía falta un personaje afín con la apariencia triste y desgarradora que proyectaba. Era perfecto acomodar ahí el rostro con el que tal vez me recordarían mi hijo, su esposa y mis nietos.
Luego de ducharme, contemplé la pintura por varias horas. ¿Por qué buscar un pretexto tan pueril para acercarme a mi hijo luego de tanto tiempo?, pensaba. El cuadro pude haberlo ido a comprar yo sin problema alguno.
Me invadieron iracundas conjeturas, y un sonido agudo, proveniente de algún lugar de la casa, penetraba mis oídos y parecía buscar salida a través de mi cráneo. Mi cuerpo se movía al ritmo de la música que provocan los objetos en los caserones, y en el calor de la casa flotaba un aroma adusto, que parecía salir del cuadro tendido en la cama. Me despabilé del ensueño en que me tenían esas cosas y colgué el cuadro sobre la cabecera. Ya luego lo mandaría a arreglar con mi foto.
Al día siguiente sentía una extraña repulsión al pensar en hacer ejercicio; en los cúmulos de saliva que me hacían atragantarme y no poder respirar; en el sudor que se me pegaba a la camiseta; en el olor. Todo lo que pasaba y nunca me había dado cuenta.
La mañana entera y parte de la tarde las usé en leer; en mirar fotografías del antiguo y enorme álbum de cuando joven; y en seguir por la ventana, el vuelo de las aves que se descolgaban del cielo con rápidos movimientos.
Mientras miraba el álbum, noté que había tenido una buena vida, después de todo. Viví la juventud como me vino en gana y nunca me preocupé por ninguna cosa que no fuera pasarla bien. Llegue a querer muchas cosas y a odiar otras. Reí, lloré, soñé, tuve miedo, corrí, me arrastré ebrio por las calles más inmundas de la ciudad, tiré gritos al aire, pedí deseos a las estrellas, pedí deseos a las personas, creí en muchas cosas, confié ciegamente en el futuro cada nuevo presente.
Algo que nunca logré, fue educar al único ser en el mundo al que le corría mi sangre. Nos faltó complementar nuestras soledades; nos faltó compartir lo bueno y lo malo que la vida nos ponía enfrente. Siempre estuve más preocupado por mi trabajo; por mi absurda teoría de la reencarnación; por mi plaza como profesor de metafísica. Siempre era yo y después el resto del mundo.
Pasaron algunos días y todo continuaba igual. Sólo que la mañana de aquel sábado en que me levanté sudando por el dolor y la asfixia, trajo consigo un viento fuerte, como el viento de cuando entierran a alguien. Los vientos sólo así bajan a ver la mudanza de las almas. Vaya indirecta.
Ni siquiera intenté llamarle al doctor o a mi hijo o a cualquier persona. Me senté en la silla a un lado de la ventana y miré al cielo, donde las nubes se desbarataban para todos lados y dibujaban las más extrañas figuras. Apretando fuertemente mi brazo izquierdo y presa de un horrible temblor en todo el cuerpo, me di cuenta de la simpleza de los últimos minutos. No tenia nada de especial o de extraño. Era como quedarse dormido, pero sin despertar.
Cerré los ojos, luego de echarle una rápida mirada al cuadro, aún vacío, sobre la cabecera, y me quede recargado en el respaldo de la silla mientras mi alma salía por la ventana y se perdía en el cuerpo del aire.

En la tienda de la calle principal se alcanza a ver un cuadro decorativo, donde figura un hombre mayor, superpuesto sobre un fondo rojo intenso. Tiene los ojos cerrados y los labios tratando de dibujar una sonrisa. Un brillo en diagonal resalta su cabello plateado, como si el sol lo iluminara con cierto énfasis. Es una de esas caras anónimas que nos provocan ternura y nos hacen pensar en algo misterioso. Todos esos rostros en las pinturas de los aparadores son personajes inventados por algún artista, pero, tal vez, tengan alguna historia y no sean simples pinceladas en un lienzo. Porque esos anónimos, con sus miles de rostros distintos, transmiten sentimientos que sólo la vida logra imprimir en la piel y en la escarcha del cabello.
Por: G. C. R.

martes, 24 de febrero de 2009

Ya no llueve


Ya no llueve.
El silencio emana
del piso como un vapor
de almas en pena

Las pisadas tibias
disipan los restos del agua
y el mundo entero se sume
en profunda y melancólica agonía,
la calma destroza con su pesadez…

Me arde el corazón
de tanto amarla y me duele
sin sus calidas manos
recorriéndome la piel, el cuerpo.

Ya no llueve.
No hace mucho que ceso,
se han calmado las olas de viento
y solo en mis ojos quedara alguna gota

La veo traspasar el umbral,
ha cruzado la línea de mi cordura,
la tengo aquí a mi lado
y mis manos no la encuentran.

Ya no llueve.
Ya no hay siluetas atravesando
el manto de agua desplegado
sobre el pavimento, no hay pequeños
temblando bajo las sabanas con cada trueno
y el color profundo de las nubes
se ha esfumado

Ya no llueve…
Pero tal vez mañana volverá
el murmullo pausado de las gotas
chocando contra los cristales
y la recordare de nuevo…
Por: G. C. R.

Condenado

Le dije que lo iba a matar.
Habíamos reñido la tarde de ese mismo día, los ánimos se calentaron y nos rompimos la cara. Me asalto un fuerte sentimiento de cólera y lo amenace mientras le picaba el pecho con el índice de la mano izquierda. Sin mas que decir y sin esperar respuesta, me marche dejándolo parado a mitad de la calle con cara de estupido, como desconcertado totalmente, la camisa llena de la sangre de ambos y los puños crispados. Fue un escape triunfal.
Y digo escape, por que seguramente no tardaban en llegar unos camaradas suyos con muy mala fama. Eso si se hubiera puesto feo.
Caminé, pues, al bar de siempre y en el trayecto pensé bastante sobre lo ocurrido. Me sentía fuerte, invencible, macho y un completo idiota para variar. ¿Cómo se me pudo ocurrir decirle tal tontería y precisamente a el? A mi edad ya no se esta para dejar salir así las palabras, como si fuera un adolescente boca suelta. Una cosa era darnos de golpes y otra muy distinta amenazarlo de esa forma. No es bueno meterse con gente tan peligrosa, pero en fin… Lo hecho, hecho esta, me dije. Deje descansar mi mente, puse de lado los pensamientos tan negativos que me taladraban las sienes insistentemente y unos minutos después ya tenia una cerveza, un cigarrillo y el mejor asiento junto a la barra. Solo me quedaba esperar lo más probable e inevitable por cierto. Un par de horas a lo mucho, que semejaban años, siglos, todo el tiempo inventado y tal vez más, en una espera de más repugnante.
Cuando se escuchaban pasos que amenazaban con cruzar la pequeña portezuela blanca del recinto, me estremecía y la sangre me recorría todo, como queriendo brotar del cuerpo. Temía que esas sombras cercanas a la entrada se materializaran de un momento a otro en mi seguro ejecutor. La parca llegaría de repente con botas picudas y sombrero.
La embriaguez que aumentaba a cada trago, al contrario de lo que creí, solo contribuía en tornarme mas paranoico, mas absorto en el problema, concentrado al punto de aislarme completamente del mundo y captar una interminable y repetitiva serie de alucinaciones en el fondo del cristal sucio de mi cerveza.
No sabia que tenia tanto pánico a morir, sin duda me di cuenta de ello y mi espíritu toco fondo. Comencé a arrepentirme en silencio, con algún otro borracho o a grito abierto. Quería expiar toda mi vida entre aquellos inmundos seres tan iguales a mí.
Confié mi pasado y mi presente, llore y me retorcí las manos por varios minutos, llegue al grado de arrancarme el cabello por la desesperacion, deseaba estar muerto en lugar de vivir una espera tan terriblemente larga. Gemía y seguía vaciando tarros de cerveza como un loco.
Ya hasta había planeado como seria todo: El tipo llegaría con sus amigos a matarme, pensé. Y lo haría, no sin antes propinarme una golpiza espantosa, me romperían todos los huesos y me seguirían golpeando hasta vomitar, luego me harían tragarlo. Del cabello y arrastrando me llevarían hasta un automóvil, me subirían a empujones y de ahí conducirían hasta algún llano o terreno baldío para matarme y dejarme tirado como comida para las ratas. Y si les venia en gana, nadie se enteraría del asunto, ni siquiera mis allegados.
Así acabaría todo, en menos de una hora, estaba seguro.
Aquella locura de extrañas invenciones mentales duro un rato. Me estaba calmando y me iba a retirar, tal vez ya nada pasaría, sabían donde encontrarme, siempre estaba en ese bar y sin embargo no habían asomado sus narices por ahí. Iba a levantarme del banco pero algo me detuvo un segundo antes de hacerlo. La puerta se había abierto y era obvio quién acababa de entrar, no tuve siquiera que volverme para saberlo. Era el tiempo, el momento había llegado.
Gire sin pararme y me tope con el rostro que horas antes había golpeado tan efusivamente, no se veía muy mal pero el semblante tan serio lo hacia parecer como recién apaleado.
El y sus tres acompañantes tomaron asiento cerca de mí y con un movimiento de cabeza se hicieron servir un trago. Cuatro copas se vaciaron al mismo tiempo, el ambiente se congelo, un presentimiento flotaba en el aire entre las moscas, los olores de tabaco, sudor y vino y el hedor que salía de las bocas de los ebrios inconcientes en la barra.
De pronto dos palabras atravesaron la densidad de la escena como un cuchillo ligero y mortal:
-Que tal- dijo el tan esperado visitante, mas como soltando un escupitajo que un saludo.
-Que tal- conteste de igual forma.
Aun en ese momento me quedaba un poco de osadía.
-Quiero aclarar lo de esta tarde-dijo mientras jugueteaba con una mitad de limón que había en la barra.
-¿Aclararlo?-dije casi entre dientes.
A quien trataba de engañar, la conversación era una mera formalidad antes de destrozarme hasta el alma. Para que postergarlo.
-Si, aclararlo- contesto-digo, saber que fue lo que me dijiste cuando acabamos de pelear. Estaba bastante aturdido, había demasiado ruido en la calle y solo te veía picarme el pecho pero no logre entender nada. Tal vez quisieras repetírmelo, puede ser que se trate de algo importante. Eh, ¿qué dices?, ya no me interesa la pelea, ni por que paso, solo saber que fue aquello que no pude escuchar.
-Ah, si –fingí inocencia- Pues no recuerdo muy bien, sin duda era cualquier sin sentido de esos que se le escapan a uno cuando esta enojado.
-Eso pensé-dijo, dibujando en su rostro una escueta sonrisa, una mueca como de malvada satisfacción.
El maldito no quería la verdad, seguramente me había escuchado claramente cuando lo amenace. Solo quería imponer su poder ante mi, quería ganar luego de la paliza que le había dado, deseaba humillarme y el sabia que eso era peor que cualquier tortura.
Prostituí mi orgullo y mis convicciones pero salve el pellejo. Solo un imbecil se permitiría morir en manos de semejante alimaña. No era mi último día.
El cantinero nos sirvió un trago, brindamos y todo quedo olvidado.




Por: G. C. R.

lunes, 23 de febrero de 2009

El que descansa


No cesaran, allá donde despierta el mundo,
los clamores que la roca exhala
y la impavidez de los otoñales
campos yermos se vera atiborrada parte
a parte por las culebras del cielo.
Los vientos más fuertes salen
a ver la mudanza de las almas.

Nadie, al que descansa, busca olvidar
por que olvidados no se imaginan
en la postrera, cuando los ojos
sean sellados por dos símbolos
de metal que son lo que al concluir
congela lo que restaba aun tibio.

No cesaran los más viejos llantos,
sea la inmortalidad por medio,
que avivan con su cuchichear
los tímpanos erizados y débiles
de quien espera mirando fijamente
hacia un lugar que nunca ha estado ahí.

Y cuando el silencio suena más
alto que la voz se puede percibir un
ave cayendo eternamente desde algún
lugar infinito que en otros tiempos
pudimos ver.
Llenos de enigmas, hoy, y con manos vacías
Intentamos tantear torpemente el corazón
de la nada.

Todo con el sol emerge y gira.
La salida del sol trae su ruido propio.
Un estertor entre los sonidos del alumbramiento,
difusas voces, llantos, plegarias,
gritos, risas, bebidas tibias y alguna vez
un ruego silenciado por una mano
enorme, pesada y ebria de cólera.

Por eso muchos prefieren abandonar
el sueño cuando la luz ondula en
un punto más alto del mar detenido
allá arriba.
Allá donde nosotros somos los muertos
por estar abajo y donde nuestros muertos
son los cimientos minerales que sostienen el suelo
cual mortero.

Así es como ocurre y se ve la muerte
cuando la carne baja a reunirse con la tierra.
Sean pues de los cuerpos gélidos que
nuestras huellas soportan, estos versos,
como constancia de su inextricable
e impetuosa resistencia al tiempo, que
es el peor de los gusanos y el peor
de los hospederos.
Por: G. C. R.

Alma, tiempo. Buena cara

El alma se resiste
al desencanto.
El poeta
a veces busca y piensa,
pero el amor,
el verdadero amor,
lo sitúa siempre en la orilla
de un mar con besos
y con aromas miles

Busca el poeta alejar
de si el dolor y la amargura,
y hasta la felicidad misma
cuando todo eso va ligado
a la mujer, que en el camino
es musa y piedra

Arranca de si
cualquier línea de aquel
embeleso, pero hay algo
aun mas grande que
la voluntad.

Y cae el poeta de su fortaleza.
Cae en picada a un suelo
raso, árido, reseco como su alma.
Un suelo que lo espera
de tiempo atrás.

Cae por que tiene que caer
y salvarse de la sed
allá tan arriba.
Baja a beberse el amor
de un trago para que no le ardan
el corazón y el cuerpo.

¿Y a quien culpar?

Culpa sea expirar
del que no escucha las voces.
Esas voces tienen la razón.
Vienen de adentro.
De un mundo más profundo
que el nuestro. De una realidad
más pura y nítida.

Ahí el poeta no se puede mentir
y no me miento.

No me miento, pero la vida
esta que ondula ante mis ojos.
Se mueve a todos lados.
Se aleja de la vista por
caminos divergentes

Culpa sea de mi por
ser poeta y tan vivir enamorado

Por: G. C. R.

Son sombras

Son ideas densas
perdidas en suspiros de dolor.
Son la metamorfosis y la creación
de un ente infinito y silencioso.

Y que venga el ángel con su trompeta
que no mucho arrancara de cualquier cuerpo
vacilante y débil.
La luz nos hace perecer mas amargo y lento, pero
no hay salida

(Toda palabra de lujuria
es pura codicia para el alma
y fortalece la convicción.
¡Alabadas sean!)

Y alabadas también
las causas perdidas,
con su enigmático
simulador de duda,
con su extraño elemento
semejante a la sorpresa:
Vidas iguales, pero muertes mejores.

Las sombras:
Son décadas sin brillo,
más y más lejanas
pero sin perder su aroma
a romance lunático y
a ilusión antigua.

Aquí las rocas han dejado
su rastro primitivo una vez,
sin embargo, el viento trajo
de regreso polvo.

Aun de día son sombras
pero de noche la historia regresa.
Esa farsa, sin principio ni llegada.




Por: G. C. R.

jueves, 22 de enero de 2009

Verídico

Algo sobre un sueño. La verdad no recuerdo bien, pero Don Carlos se lo tomo muy en serio. No era de extrañarse tanta palabrería y barullo tratándose del panteón viejo. Allí había pasado ya de todo: asesinatos, violaciones, ritos, profanación de tumbas, etc. El caso es que el chisme se regó muy rápido, aunque no causo mucho revuelo. A los ancianos como aquel cascarrabias de Don Carlos se les puede creer solo la mitad de todo lo que dicen, ya varias veces había salido con cosas parecidas y siempre resultaban siendo puras pendejadas.
- Es el sueño más real que he tenido –terminó de hablar y yo lo acompañé con una ligera carcajada producto de la sarta de cosas que me acababa de decir. Al parecer le ponía mas detalles al relato cada vez que lo contaba. -Te lo juro, cabron- remato, al ver que no le creía del todo (mas bien nada) y se quedo refunfuñando mientras me alejaba por la acera contraria al cementerio. Lo deje ahí parado. Permaneció como yo lo encontrara, justo enfrente de la puerta contándole la historia a todo el que pasaba.
Según el, un forastero lo había visitado mientras dormía. Un hombre grande, vestido con una levita café y con un sombrero negro como de charro. El extraño visitante le había alertado que acababan de enterrar a un hombre vivo en el panteón viejo. Don Carlos estaba totalmente seguro que el hombre del que hablaba el tipo del sueño, era Rafa, un carpintero no muy conocido en la colonia atropellado hace un par de días y enterrado el día anterior.
No había forma que el pobre de Rafa aun estuviera vivo. El camión que se lo llevo de corbata iba bastante rápido, según dicen, y bastaba con ver como quedo la bicicleta para imaginar como había quedado este cuate. Además, antes de velar un cuerpo se le prepara llenándolo de no se cuanta cosa para que tarde mas en descomponerse (la verdad no entiendo para que) No se si en este caso haya sido igual. El mismo Don Carlos había estado presente en el entierro que fue, por cierto, la única vez que vi a Rafa vestido de traje. Lo enterraron con un traje negro que le daba un aire como de mesura ante la muerte, zapatos de charol, corbata azul y con un reloj de bolsillo que le había heredado su abuelo pidiéndole como voluntad mortuoria que lo usara hasta el último día de su vida. Recuerdo que Don Carlos se acerco a la viuda mientras se echaban las ultimas palas de tierra y le dijo algo que la turbo un poco. Tal vez alguna condolencia que le hizo recordar como fuese su marido en vida y que ya no volvería a serlo, ya de por si daba pena haberlo visto en el cajón tan joven y tan muerto. Quien sabe, por eso no me gustan los entierros aunque a ese si asistí por que, aunque no conocía muy bien al muerto, siempre me cayó bien.
En fin que tanto se empecino Don Carlos que se decidió sacar el cajón para revisar que tan vivo o que tan muerto estaba el atropellado.
Se llego el domingo y se dio inicio a la tarea de desenterrarlo para que “viejito molesto”, como decían los empleados del cementerio hartos ya de Don Carlos y su tonterías, dejara de molestar. Había hablado como cincuenta veces a la presidencia a exigir que se checara ese asunto, y aquel domingo, cuatro días después del entierro, por fin se pusieron manos a la obra.
Toda la colonia estaba ahí y hasta algunas personas de fuera. Sin expresarlo, cada mirada sobre el ataúd que ascendía lentamente, esperaba ver a Rafa moviéndose o al menos encontrar dentro del cajón algún vestigio de que hubiera forcejeado para salir de allí antes de morir por falta de aire. Por fin el féretro estuvo afuera y con la puerta totalmente abierta. La multitud se abalanzo para echar un vistazo y Don Carlos se abrió paso a empujones exigiendo espacio para ver al joven ya que el era el del sueño y el tenia más derecho de hacerlo. Se inclino dentro del cajón y dijo unas palabras al oído del muerto, se irguió un poco sosteniéndose de su gélido escucha y tomando el reloj del bolsillo del muchacho se irguió completamente.
– Tu esposa me dijo que el dinero que te preste te lo preste a ti y no tenia por que pagármelo, pero con esto estamos a mano. De todas formas ya no lo vas a usar- se sonrió y se fue caminando con su pasito lento y pausado de siempre bajo la atónita mirada de todos los que iban con el fin de presenciar una resurrección o algo por el estilo.
- Pinche viejo cabron- se escucho la voz de la viuda que metida en el montón de gente casi se desmayaba de la indignación. Desde aquel día ya no veo igual a Don Carlos, se gano mi respeto con toda esa farsa que hiló para cobrarse una deuda con sus propias manos y hasta comenzamos a llevarnos bien.




Por: G. C. R.

jueves, 15 de enero de 2009

EN BUSCA DEL KLINGSOR

-El teniente Bacon había encausado los mejores años de su carrera, que por cierto nunca fue muy sobresaliente, a seguir su propio rastro y perseguirse la cola como un perro. Fue capaz de interrogar a los que un día formaron parte de el cuerpo que el también disfruto por años. Todos, incluyéndolo, éramos Klingsor.
Su mente estaba fraccionada y ambas partes estaban en diferente bando. Creía, y lo sostenía, que encontraría al hombre que buscaba, ese apodado el Klingsor. Al mismo tiempo, su cerebro, aunque trastornado, sabía perfectamente que el Klingsor era una organización constituida por los más grandes científicos de época, entre ellos un tal Albert, muy famoso e inteligente según decían.
A Bacon no le preocupaba eso, el quería lograr algo. Estaba loco, es cierto, pero tenía determinación.
Cada hombre de ciencia al que el teniente recurrió cuando comenzó su búsqueda del Klingsor tenía la mente perturbada por lo decadente de la época. Además la presencia de Bacón significo en cada uno de ellos, físicos, matemáticos, incluso algunos psicólogos e historiadores que a lo largo de las sesiones no he mencionado por su escasa trascendencia publica, un terrible y desgarrador recuerdo de todo lo que vivieron antes y después del gobierno de Hitler. Pues aun siendo parte del Klingsor, todos los científicos sufrieron por la problemática de aquellos años debido a que algunos se incorporaban y otros más salían del organismo.
Me detengo unos segundos para tomar aliento y Ulrich me clava la mirada. La mirada que utiliza siempre aquí en el sanatorio para hacernos seguir hablando cuando estamos en terapia o solo para hacernos obedecer, así que prosigoò con el relato.
-Nunca perseguimos un bien político sino el conocimiento. A decir verdad, algunos físicos que contribuyeron en el proyecto atómico alemán bajo el sobrenombre de Klingsor también trabajaban para el gobierno estadounidense y estaban dispuestos a cualquier consecuencia con tal de imponer su saber sobre el de los demás.
Incluso Heinsenberg y Bohr al ser cuestionados por mi amigo, inventaron una historia absurda, igual o mas que la que Bacón entretejía a cada acto que realizo durante su empresa. Dichas historias únicamente contribuyeron a que el teniente no desistiese de su propósito pues viniendo de tan grandes mentes cualquier mentira podía creerse y aceptarse como verdad única. Entonces continúo en busca de ese ser tan poderoso capaz de manejar el mundo incluso llevando como tarjeta de presentación un seudónimo sacado de una obra de teatro. Esa bestia que destruyo la vida de millones utilizando deliberadamente la física, la química y las matemáticas con el fin de demostrar el poder de la ciencia. Y yo le ayude- termino y aprovecho para tomar aliento.
Si bien todos los científicos son malvados, como ya se ha dicho, Francis Bacon es el peor.
Bacon escudriño en su propia mente hasta rebasar la línea de la cordura y me arrastro a mí en su loca desesperación.
Desde que la farsa comenzó se dio inicio a la obra maestra que culminaría con mi razón y la de muchos. Entonces todos nos convertimos en cómplices y victimas.
-El telón se abre -prosigo mientras Ulrich revisa sus notas- y dos hombres de ciencia emprenden una búsqueda con devoción admirable de algo poco menos que un mito, el Santo Grial. Un misterio que a la larga se convirtiese en un gran muro.
La función sigue y aparecen en escena los hombres que junto con estos dos todo el tiempo han sido su propio enemigo. En conjunto mienten, se sienten tristes pero rejuvenecidos y comienzan a vivir de nuevo para reescribir la historia. Que pierde el mundo si la verdad es embellecida y unos cuantos empiezan a alimentarse de una fantasía creada por un teniente y un patético matemático a la deriva, que hoy en día esta en tramites de abandonar el manicomio que lo albergo por cuatro décadas.
Hasta ahora eso es todo. El teniente continúo según tengo entendido, con Inge. Algunos científicos que fueron parte del Klingsor están muertos mientras que otros desearían estarlo. El pasado los devora.
Ulrich se me acerca con un semblante tierno y dice.
-¿Así que todo el tiempo el famoso Klingsor fueron varios estudiosos de la época y no solo uno como me contó la primera vez que hablamos, Gustav?
-Así es -le digo despreocupadamente y continuo- Mi versión no habría tenido ninguna gracia de no haberle incluido un poco de mentiras, Ulrich. Creo que nunca le comente que además de ser matemático siempre me apasiono la escritura y un relato tan monótono como el que hubiese sido si yo en lugar de omitir y agregar algunos datos hubiera develado la verdad desde el inicio, no tendría ningún sentido. Ahora no oculto nada por que ya estoy harto de mentir, quiero que mi conciencia descanse un poco.
-Muy gracioso -dice Ulrich con esa escasa sutileza que caracteriza a los psicólogos - no esta tan loco después de todo, Gustav.
Cambiando de tema, el consejo examino su caso y hoy mismo podrá usted abandonar las instalaciones. Esta listo para incorporarse a la sociedad, siempre lo estuvo. Vamos a extrañar sus historias amigo- da por cerrada la conversación y sale del cuarto.
Unas horas mas tarde por fin me encuentro fuera del manicomio, lejos de los gritos, los llantos, los intentos suicidas de los internos presas del pánico y la locura. Por fin soy libre.
¿Ahora que hago? Nunca pensé en lo que me esperaría cuando estuviese de nuevo en el mundo real. Solo me queda, para comenzar mi nueva vida, recordar la antigua. Iré a visitar a Bacon.
Al llegar a la dirección escrita en el pequeño trozo de papel que Ulrich me proporciono días atrás, me encuentro con que la puerta esta abierta. Entro sin prudencia. ¿Que es lo peor que puede pasar?
Se escucha una voz como de fondo en la tenebrosa sale y dice:
-Te estaba esperando.
No hay ninguna duda, es Bacon. No se por que razón me entran unas ganas inmensas de abrazarle. Ya ni siquiera me molesta que me entregara a los soviéticos. Su voz le dio vida a mi alma. Me acerco a el mientras se levanta taciturno de su sillón. Alcanzo a ver en la esquina de la pieza a Inge mirándonos desde una silla.
Tanto tiempo, tanto de que hablar, ¿por qué nunca me visito? Se lo pregunto y estrechándome la mano dice:
-Debemos encontrar al Klingsor, Gustav. Necesito su ayuda.
Su locura revive toda mi juventud. De pronto vuelven a mi mente Natalia, Heini, Marianne, la guerra. Mi corazón se desborda de alegría con esas palabras. ¿Seria posible que la aventura se repitiera?
-Por donde comenzamos- le digo en tono vacilante. Y el telón se cierra.

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Este como una especie de final que escribi hace algun tiempo de la novela de Jorge Volpi con el mismo titulo. En verdad es un gran escritor y con todo el respeto y admiracion que le tengo, me atrevi a hacerle este pequeño homenaje.





Por: G. C. R.
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