jueves, 22 de enero de 2009

Verídico

Algo sobre un sueño. La verdad no recuerdo bien, pero Don Carlos se lo tomo muy en serio. No era de extrañarse tanta palabrería y barullo tratándose del panteón viejo. Allí había pasado ya de todo: asesinatos, violaciones, ritos, profanación de tumbas, etc. El caso es que el chisme se regó muy rápido, aunque no causo mucho revuelo. A los ancianos como aquel cascarrabias de Don Carlos se les puede creer solo la mitad de todo lo que dicen, ya varias veces había salido con cosas parecidas y siempre resultaban siendo puras pendejadas.
- Es el sueño más real que he tenido –terminó de hablar y yo lo acompañé con una ligera carcajada producto de la sarta de cosas que me acababa de decir. Al parecer le ponía mas detalles al relato cada vez que lo contaba. -Te lo juro, cabron- remato, al ver que no le creía del todo (mas bien nada) y se quedo refunfuñando mientras me alejaba por la acera contraria al cementerio. Lo deje ahí parado. Permaneció como yo lo encontrara, justo enfrente de la puerta contándole la historia a todo el que pasaba.
Según el, un forastero lo había visitado mientras dormía. Un hombre grande, vestido con una levita café y con un sombrero negro como de charro. El extraño visitante le había alertado que acababan de enterrar a un hombre vivo en el panteón viejo. Don Carlos estaba totalmente seguro que el hombre del que hablaba el tipo del sueño, era Rafa, un carpintero no muy conocido en la colonia atropellado hace un par de días y enterrado el día anterior.
No había forma que el pobre de Rafa aun estuviera vivo. El camión que se lo llevo de corbata iba bastante rápido, según dicen, y bastaba con ver como quedo la bicicleta para imaginar como había quedado este cuate. Además, antes de velar un cuerpo se le prepara llenándolo de no se cuanta cosa para que tarde mas en descomponerse (la verdad no entiendo para que) No se si en este caso haya sido igual. El mismo Don Carlos había estado presente en el entierro que fue, por cierto, la única vez que vi a Rafa vestido de traje. Lo enterraron con un traje negro que le daba un aire como de mesura ante la muerte, zapatos de charol, corbata azul y con un reloj de bolsillo que le había heredado su abuelo pidiéndole como voluntad mortuoria que lo usara hasta el último día de su vida. Recuerdo que Don Carlos se acerco a la viuda mientras se echaban las ultimas palas de tierra y le dijo algo que la turbo un poco. Tal vez alguna condolencia que le hizo recordar como fuese su marido en vida y que ya no volvería a serlo, ya de por si daba pena haberlo visto en el cajón tan joven y tan muerto. Quien sabe, por eso no me gustan los entierros aunque a ese si asistí por que, aunque no conocía muy bien al muerto, siempre me cayó bien.
En fin que tanto se empecino Don Carlos que se decidió sacar el cajón para revisar que tan vivo o que tan muerto estaba el atropellado.
Se llego el domingo y se dio inicio a la tarea de desenterrarlo para que “viejito molesto”, como decían los empleados del cementerio hartos ya de Don Carlos y su tonterías, dejara de molestar. Había hablado como cincuenta veces a la presidencia a exigir que se checara ese asunto, y aquel domingo, cuatro días después del entierro, por fin se pusieron manos a la obra.
Toda la colonia estaba ahí y hasta algunas personas de fuera. Sin expresarlo, cada mirada sobre el ataúd que ascendía lentamente, esperaba ver a Rafa moviéndose o al menos encontrar dentro del cajón algún vestigio de que hubiera forcejeado para salir de allí antes de morir por falta de aire. Por fin el féretro estuvo afuera y con la puerta totalmente abierta. La multitud se abalanzo para echar un vistazo y Don Carlos se abrió paso a empujones exigiendo espacio para ver al joven ya que el era el del sueño y el tenia más derecho de hacerlo. Se inclino dentro del cajón y dijo unas palabras al oído del muerto, se irguió un poco sosteniéndose de su gélido escucha y tomando el reloj del bolsillo del muchacho se irguió completamente.
– Tu esposa me dijo que el dinero que te preste te lo preste a ti y no tenia por que pagármelo, pero con esto estamos a mano. De todas formas ya no lo vas a usar- se sonrió y se fue caminando con su pasito lento y pausado de siempre bajo la atónita mirada de todos los que iban con el fin de presenciar una resurrección o algo por el estilo.
- Pinche viejo cabron- se escucho la voz de la viuda que metida en el montón de gente casi se desmayaba de la indignación. Desde aquel día ya no veo igual a Don Carlos, se gano mi respeto con toda esa farsa que hiló para cobrarse una deuda con sus propias manos y hasta comenzamos a llevarnos bien.




Por: G. C. R.

jueves, 15 de enero de 2009

EN BUSCA DEL KLINGSOR

-El teniente Bacon había encausado los mejores años de su carrera, que por cierto nunca fue muy sobresaliente, a seguir su propio rastro y perseguirse la cola como un perro. Fue capaz de interrogar a los que un día formaron parte de el cuerpo que el también disfruto por años. Todos, incluyéndolo, éramos Klingsor.
Su mente estaba fraccionada y ambas partes estaban en diferente bando. Creía, y lo sostenía, que encontraría al hombre que buscaba, ese apodado el Klingsor. Al mismo tiempo, su cerebro, aunque trastornado, sabía perfectamente que el Klingsor era una organización constituida por los más grandes científicos de época, entre ellos un tal Albert, muy famoso e inteligente según decían.
A Bacon no le preocupaba eso, el quería lograr algo. Estaba loco, es cierto, pero tenía determinación.
Cada hombre de ciencia al que el teniente recurrió cuando comenzó su búsqueda del Klingsor tenía la mente perturbada por lo decadente de la época. Además la presencia de Bacón significo en cada uno de ellos, físicos, matemáticos, incluso algunos psicólogos e historiadores que a lo largo de las sesiones no he mencionado por su escasa trascendencia publica, un terrible y desgarrador recuerdo de todo lo que vivieron antes y después del gobierno de Hitler. Pues aun siendo parte del Klingsor, todos los científicos sufrieron por la problemática de aquellos años debido a que algunos se incorporaban y otros más salían del organismo.
Me detengo unos segundos para tomar aliento y Ulrich me clava la mirada. La mirada que utiliza siempre aquí en el sanatorio para hacernos seguir hablando cuando estamos en terapia o solo para hacernos obedecer, así que prosigoò con el relato.
-Nunca perseguimos un bien político sino el conocimiento. A decir verdad, algunos físicos que contribuyeron en el proyecto atómico alemán bajo el sobrenombre de Klingsor también trabajaban para el gobierno estadounidense y estaban dispuestos a cualquier consecuencia con tal de imponer su saber sobre el de los demás.
Incluso Heinsenberg y Bohr al ser cuestionados por mi amigo, inventaron una historia absurda, igual o mas que la que Bacón entretejía a cada acto que realizo durante su empresa. Dichas historias únicamente contribuyeron a que el teniente no desistiese de su propósito pues viniendo de tan grandes mentes cualquier mentira podía creerse y aceptarse como verdad única. Entonces continúo en busca de ese ser tan poderoso capaz de manejar el mundo incluso llevando como tarjeta de presentación un seudónimo sacado de una obra de teatro. Esa bestia que destruyo la vida de millones utilizando deliberadamente la física, la química y las matemáticas con el fin de demostrar el poder de la ciencia. Y yo le ayude- termino y aprovecho para tomar aliento.
Si bien todos los científicos son malvados, como ya se ha dicho, Francis Bacon es el peor.
Bacon escudriño en su propia mente hasta rebasar la línea de la cordura y me arrastro a mí en su loca desesperación.
Desde que la farsa comenzó se dio inicio a la obra maestra que culminaría con mi razón y la de muchos. Entonces todos nos convertimos en cómplices y victimas.
-El telón se abre -prosigo mientras Ulrich revisa sus notas- y dos hombres de ciencia emprenden una búsqueda con devoción admirable de algo poco menos que un mito, el Santo Grial. Un misterio que a la larga se convirtiese en un gran muro.
La función sigue y aparecen en escena los hombres que junto con estos dos todo el tiempo han sido su propio enemigo. En conjunto mienten, se sienten tristes pero rejuvenecidos y comienzan a vivir de nuevo para reescribir la historia. Que pierde el mundo si la verdad es embellecida y unos cuantos empiezan a alimentarse de una fantasía creada por un teniente y un patético matemático a la deriva, que hoy en día esta en tramites de abandonar el manicomio que lo albergo por cuatro décadas.
Hasta ahora eso es todo. El teniente continúo según tengo entendido, con Inge. Algunos científicos que fueron parte del Klingsor están muertos mientras que otros desearían estarlo. El pasado los devora.
Ulrich se me acerca con un semblante tierno y dice.
-¿Así que todo el tiempo el famoso Klingsor fueron varios estudiosos de la época y no solo uno como me contó la primera vez que hablamos, Gustav?
-Así es -le digo despreocupadamente y continuo- Mi versión no habría tenido ninguna gracia de no haberle incluido un poco de mentiras, Ulrich. Creo que nunca le comente que además de ser matemático siempre me apasiono la escritura y un relato tan monótono como el que hubiese sido si yo en lugar de omitir y agregar algunos datos hubiera develado la verdad desde el inicio, no tendría ningún sentido. Ahora no oculto nada por que ya estoy harto de mentir, quiero que mi conciencia descanse un poco.
-Muy gracioso -dice Ulrich con esa escasa sutileza que caracteriza a los psicólogos - no esta tan loco después de todo, Gustav.
Cambiando de tema, el consejo examino su caso y hoy mismo podrá usted abandonar las instalaciones. Esta listo para incorporarse a la sociedad, siempre lo estuvo. Vamos a extrañar sus historias amigo- da por cerrada la conversación y sale del cuarto.
Unas horas mas tarde por fin me encuentro fuera del manicomio, lejos de los gritos, los llantos, los intentos suicidas de los internos presas del pánico y la locura. Por fin soy libre.
¿Ahora que hago? Nunca pensé en lo que me esperaría cuando estuviese de nuevo en el mundo real. Solo me queda, para comenzar mi nueva vida, recordar la antigua. Iré a visitar a Bacon.
Al llegar a la dirección escrita en el pequeño trozo de papel que Ulrich me proporciono días atrás, me encuentro con que la puerta esta abierta. Entro sin prudencia. ¿Que es lo peor que puede pasar?
Se escucha una voz como de fondo en la tenebrosa sale y dice:
-Te estaba esperando.
No hay ninguna duda, es Bacon. No se por que razón me entran unas ganas inmensas de abrazarle. Ya ni siquiera me molesta que me entregara a los soviéticos. Su voz le dio vida a mi alma. Me acerco a el mientras se levanta taciturno de su sillón. Alcanzo a ver en la esquina de la pieza a Inge mirándonos desde una silla.
Tanto tiempo, tanto de que hablar, ¿por qué nunca me visito? Se lo pregunto y estrechándome la mano dice:
-Debemos encontrar al Klingsor, Gustav. Necesito su ayuda.
Su locura revive toda mi juventud. De pronto vuelven a mi mente Natalia, Heini, Marianne, la guerra. Mi corazón se desborda de alegría con esas palabras. ¿Seria posible que la aventura se repitiera?
-Por donde comenzamos- le digo en tono vacilante. Y el telón se cierra.

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Este como una especie de final que escribi hace algun tiempo de la novela de Jorge Volpi con el mismo titulo. En verdad es un gran escritor y con todo el respeto y admiracion que le tengo, me atrevi a hacerle este pequeño homenaje.





Por: G. C. R.
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