jueves, 15 de enero de 2009

EN BUSCA DEL KLINGSOR

-El teniente Bacon había encausado los mejores años de su carrera, que por cierto nunca fue muy sobresaliente, a seguir su propio rastro y perseguirse la cola como un perro. Fue capaz de interrogar a los que un día formaron parte de el cuerpo que el también disfruto por años. Todos, incluyéndolo, éramos Klingsor.
Su mente estaba fraccionada y ambas partes estaban en diferente bando. Creía, y lo sostenía, que encontraría al hombre que buscaba, ese apodado el Klingsor. Al mismo tiempo, su cerebro, aunque trastornado, sabía perfectamente que el Klingsor era una organización constituida por los más grandes científicos de época, entre ellos un tal Albert, muy famoso e inteligente según decían.
A Bacon no le preocupaba eso, el quería lograr algo. Estaba loco, es cierto, pero tenía determinación.
Cada hombre de ciencia al que el teniente recurrió cuando comenzó su búsqueda del Klingsor tenía la mente perturbada por lo decadente de la época. Además la presencia de Bacón significo en cada uno de ellos, físicos, matemáticos, incluso algunos psicólogos e historiadores que a lo largo de las sesiones no he mencionado por su escasa trascendencia publica, un terrible y desgarrador recuerdo de todo lo que vivieron antes y después del gobierno de Hitler. Pues aun siendo parte del Klingsor, todos los científicos sufrieron por la problemática de aquellos años debido a que algunos se incorporaban y otros más salían del organismo.
Me detengo unos segundos para tomar aliento y Ulrich me clava la mirada. La mirada que utiliza siempre aquí en el sanatorio para hacernos seguir hablando cuando estamos en terapia o solo para hacernos obedecer, así que prosigoò con el relato.
-Nunca perseguimos un bien político sino el conocimiento. A decir verdad, algunos físicos que contribuyeron en el proyecto atómico alemán bajo el sobrenombre de Klingsor también trabajaban para el gobierno estadounidense y estaban dispuestos a cualquier consecuencia con tal de imponer su saber sobre el de los demás.
Incluso Heinsenberg y Bohr al ser cuestionados por mi amigo, inventaron una historia absurda, igual o mas que la que Bacón entretejía a cada acto que realizo durante su empresa. Dichas historias únicamente contribuyeron a que el teniente no desistiese de su propósito pues viniendo de tan grandes mentes cualquier mentira podía creerse y aceptarse como verdad única. Entonces continúo en busca de ese ser tan poderoso capaz de manejar el mundo incluso llevando como tarjeta de presentación un seudónimo sacado de una obra de teatro. Esa bestia que destruyo la vida de millones utilizando deliberadamente la física, la química y las matemáticas con el fin de demostrar el poder de la ciencia. Y yo le ayude- termino y aprovecho para tomar aliento.
Si bien todos los científicos son malvados, como ya se ha dicho, Francis Bacon es el peor.
Bacon escudriño en su propia mente hasta rebasar la línea de la cordura y me arrastro a mí en su loca desesperación.
Desde que la farsa comenzó se dio inicio a la obra maestra que culminaría con mi razón y la de muchos. Entonces todos nos convertimos en cómplices y victimas.
-El telón se abre -prosigo mientras Ulrich revisa sus notas- y dos hombres de ciencia emprenden una búsqueda con devoción admirable de algo poco menos que un mito, el Santo Grial. Un misterio que a la larga se convirtiese en un gran muro.
La función sigue y aparecen en escena los hombres que junto con estos dos todo el tiempo han sido su propio enemigo. En conjunto mienten, se sienten tristes pero rejuvenecidos y comienzan a vivir de nuevo para reescribir la historia. Que pierde el mundo si la verdad es embellecida y unos cuantos empiezan a alimentarse de una fantasía creada por un teniente y un patético matemático a la deriva, que hoy en día esta en tramites de abandonar el manicomio que lo albergo por cuatro décadas.
Hasta ahora eso es todo. El teniente continúo según tengo entendido, con Inge. Algunos científicos que fueron parte del Klingsor están muertos mientras que otros desearían estarlo. El pasado los devora.
Ulrich se me acerca con un semblante tierno y dice.
-¿Así que todo el tiempo el famoso Klingsor fueron varios estudiosos de la época y no solo uno como me contó la primera vez que hablamos, Gustav?
-Así es -le digo despreocupadamente y continuo- Mi versión no habría tenido ninguna gracia de no haberle incluido un poco de mentiras, Ulrich. Creo que nunca le comente que además de ser matemático siempre me apasiono la escritura y un relato tan monótono como el que hubiese sido si yo en lugar de omitir y agregar algunos datos hubiera develado la verdad desde el inicio, no tendría ningún sentido. Ahora no oculto nada por que ya estoy harto de mentir, quiero que mi conciencia descanse un poco.
-Muy gracioso -dice Ulrich con esa escasa sutileza que caracteriza a los psicólogos - no esta tan loco después de todo, Gustav.
Cambiando de tema, el consejo examino su caso y hoy mismo podrá usted abandonar las instalaciones. Esta listo para incorporarse a la sociedad, siempre lo estuvo. Vamos a extrañar sus historias amigo- da por cerrada la conversación y sale del cuarto.
Unas horas mas tarde por fin me encuentro fuera del manicomio, lejos de los gritos, los llantos, los intentos suicidas de los internos presas del pánico y la locura. Por fin soy libre.
¿Ahora que hago? Nunca pensé en lo que me esperaría cuando estuviese de nuevo en el mundo real. Solo me queda, para comenzar mi nueva vida, recordar la antigua. Iré a visitar a Bacon.
Al llegar a la dirección escrita en el pequeño trozo de papel que Ulrich me proporciono días atrás, me encuentro con que la puerta esta abierta. Entro sin prudencia. ¿Que es lo peor que puede pasar?
Se escucha una voz como de fondo en la tenebrosa sale y dice:
-Te estaba esperando.
No hay ninguna duda, es Bacon. No se por que razón me entran unas ganas inmensas de abrazarle. Ya ni siquiera me molesta que me entregara a los soviéticos. Su voz le dio vida a mi alma. Me acerco a el mientras se levanta taciturno de su sillón. Alcanzo a ver en la esquina de la pieza a Inge mirándonos desde una silla.
Tanto tiempo, tanto de que hablar, ¿por qué nunca me visito? Se lo pregunto y estrechándome la mano dice:
-Debemos encontrar al Klingsor, Gustav. Necesito su ayuda.
Su locura revive toda mi juventud. De pronto vuelven a mi mente Natalia, Heini, Marianne, la guerra. Mi corazón se desborda de alegría con esas palabras. ¿Seria posible que la aventura se repitiera?
-Por donde comenzamos- le digo en tono vacilante. Y el telón se cierra.

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Este como una especie de final que escribi hace algun tiempo de la novela de Jorge Volpi con el mismo titulo. En verdad es un gran escritor y con todo el respeto y admiracion que le tengo, me atrevi a hacerle este pequeño homenaje.





Por: G. C. R.

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